
“Y les sucederá como el que tiene hambre y sueña, y le parece que come, pero cuando despierta, su estómago está vacío; o como el que tiene sed y sueña, y le parece que bebe, pero cuando despierta, se halla cansado y sediento” Isaías 29:8
Quizá supongas que si tienes algún deseo de ser cristiano, Dios te recibirá con gritos de alegría; quizá al oír hablar de la incredulidad no te sientas identificado porque estás seguro que crees en Dios; quizá nunca has leído que habría personas en el día del juicio que saludarían animosamente a Jesús, llamándolo “Señor, Señor”, y aun así serían rechazadas por Él (Mateo 7:21–23); quizá nadie te ha dicho que la gente podría hacer muchas obras poderosas en nombre de Dios y aun así perderse. Tal vez te sientas seguro porque tú no eres tan malo como un ladrón, un asesino o un violador. Vas a la iglesia la mayoría de los domingos. Has orado en muchas ocasiones… has compartido a otros del amor de Dios, es imposible que con todas estas obras no seas cristiano y vayas rumbo al cielo… pero, si Dios no es tu todo en todo; si no vives para traer gloria a Su Nombre con tu obediencia; si en secreto amas el pecado… de ese modo será imposible ser reconocido como su hijo y tener entrada al cielo.
Quiera Dios que no despiertes de esa ilusión en el lago de fuego…no sea que estés imaginando que celebras en la mesa de la gracia y bebes el cáliz de la vida eterna y todo es un sueño como dice Isaías. Tal vez estás basando Las razones de tu seguridad en una fuente que no es la Biblia, pero si te detuvieras un instante y consideraras que estás arriesgando “TU ETERNIDAD” ¿no crees que sería prudente examinar cuán seguro es que estarás en el cielo? Te diré lo que yo encontré en la Biblia y que cambio mi vida:
Allí leí que es necesario nacer de nuevo para entrar en el reino de los cielos (Juan 3:3). Allí leí que amar a Jesús por encima de todos los demás —padre, madre, hijos, cónyuge— no era solo para súper cristianos, sino para todos los que siguen a Jesús (Mateo 10:37–39). Allí leí que Dios estaba disgustado conmigo por acercarme solo con mis labios mientras mi corazón permanecía lejos de Él (Isaías 29:13–14) Allí leí que no podía ser lo suficientemente bueno como para poner a Dios en deuda conmigo (Lucas 17:10). Que de ninguna manera podría agradarle mientras viviera en la carne (Romanos 8:8). Allí leí que fui maldecido con razón por no amar a Jesús (1 Corintios 16:22) y que el castigo sería un tormento eterno (Apocalipsis 14:11). Allí leí que Dios no me necesitaba (Hechos 17:25); que si me negaba a adorarlo, las rocas lo harían (Lucas 19:4). Allí leí que yo fui creado para su gloria, no él para la mía (Isaías 43:7). Allí leí que si me negaba a atesorar a Cristo, a arrepentirme del pecado y me negaba a rendirme con gozosa sumisión, Él me escupiría de su boca (Apocalipsis 3:15–16).
Pero allí también leí que siendo nosotros peor que tibios, el Rey de reyes murió por nosotros (Romanos 5:8). Que aunque mi pecado y apatía me habían condenado a la muerte, el regalo de Dios es vida eterna en Cristo (Romanos 6:23).Allí también leo que Jesús no vino por los que están bien, sino que Su compasión y gracia son para los que están enfermos en su pecado (Lucas 5:31). Allí también leí que Él ofrece al pecador más vil y tibio, el perdón absoluto y el placer más allá de lo que podría atreverse a esperar (Isaías 55: 6–9). Allí leí que esta invitación fue comprada a precio de la sangre del Hijo de Dios (Isaías 53:1–12).
Si has vivido con tibieza espiritual y estás leyendo esto, hay una gran noticia para ti: Aún estás a tiempo, vamos ¡Vuelve a Él!
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