Integridad en un mundo comprometido

“Pero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses… Y cuando Salomón   era   ya   viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David… Entonces edificó Salomón un lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalén, y a Moloc, ídolo abominable de los hijos de Amón. Así hizo para todas sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus dioses” 1 Reyes 11:1-8

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Más allá de la religión

La forma en que tratamos a las personas el lunes es la prueba de la autenticidad de nuestro ayuno del domingo (o cualquier otro día). Muchos claman a Dios, “¿Por qué hemos ayunado, y tú no lo ves?” (Isaías 58:3), y Dios responde al final de este mismo verso: “He aquí, en el día de vuestro ayuno buscáis vuestra conveniencia y oprimís a todos vuestros trabajadores” En este momento, Dios plantea una pregunta crucial “¿Acaso es este el ayuno que yo quiero?” La respuesta es clara: un ayuno de este tipo no es aceptable para Dios. Pero, ¿por qué es inaceptable? porque está en juego la naturaleza misma del ayuno. Este ayuno es ineficaz porque deja intacto el pecado en nuestras vidas. El único ayuno verdaderamente auténtico es aquel que implica una oposición y un ataque espiritual contra nuestro propio pecado. No podemos ayunar con sinceridad por ninguna otra razón si estamos viviendo en pecado conocido. La única oración que tiene valor en esos momentos aquella que también incluye un reconocimiento y un ataque a nuestro pecado. Igualmente, el culto auténtico es aquel que refleja nuestra búsqueda de santidad genuina.

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Bajo Su cuidado

“Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” Juan 10:8-9

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