
“…y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre” Hechos 5:40-41
En ningún lugar de la Biblia se nos ordena escoger el sufrimiento solo por sufrir, pero si somos instados a hacer lo que Dios ha dicho que es correcto y si hacer lo que es correcto nos trae sufrimiento, no deberíamos evitarlo. En el pasaje de hoy encontramos a los apóstoles desafiando la presión de un poder religioso que les exige hacer silencio ¿hacer silencio después de haber visto como su Maestro se había entregado por ellos? ¿hacer silencio ahora que podían entender todo lo que Jesús había dicho y hecho? Eso no era una opción para ellos y no debería ser una opción para ninguno que ha creído verdaderamente que el Buen Pastor puso Su vida voluntariamente para que la ira de Dios fuese sobre Él y no sobre Sus ovejas.
Ellos ya habían sido advertidos de la aflicción que tendrían al vivir como luminares en medio de una generación maligna y perversa, habían sido exhortados a no amedrentarse ante las amenazas o las acciones hostiles de quienes sólo tienen capacidad para matar el cuerpo (Mateo 10:28) callar no era una opción, no después de tener la certeza de que procurar preservar sus vidas haría que definitivamente la perdieran (Mateo 16:25-26) sufrir por causa del Nombre no es algo que deba agobiar a un creyente, antes cuan gozoso debe ser para cada uno de nosotros padecer por amor al Evangelio, estar dispuestos a que con el sufrimiento de nuestra carne sean completadas las aflicciones de Cristo por Su cuerpo, que es la Iglesia (Colosenses 1:14)… no es descabellado que estos apóstoles salieran de la presencia del concilio no sintiéndose derrotados sino con una mayor determinación de anunciar la virtudes de Aquel que les había llamado de las tinieblas a Su luz admirable. Esto que vemos aquí no es simple coraje humano, no, es el cumplimiento de una promesa “recibiréis poder” (Hechos 1:8) este no es un poder para hacer y hablar locuras en medio del culto, es poder para vivir y andar como Cristo lo hizo cueste lo que cueste. Lo que aconteció aquí fue el despliegue de una convicción que nace de un verdadero encuentro con Cristo y de la certeza de que el Reino de Dios no prospera mediante la comodidad, sino a través de la fidelidad, incluso cuando ello implica un alto costo.
La lección que podemos aprender a lo largo de la historia de la Iglesia es que un cristianismo tibio no honra a Aquel a quien seguimos. En la vida de la iglesia de hoy, esa misma marca debe volver a aflorar: una vida que no teme la confrontación con las mentiras del mundo, una vida que está plenamente centrada en Dios y dispuesta a pagar el precio que sea necesario por la verdad proclamada con amor. Que el Señor de la mies levante más obreros dispuestos a proclamar “Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia”; que Él traiga un avivamiento que nos rescate de la apatía con la que muchos vivimos el cristianismo, un avivamiento que nos rescate y nos haga permanecer firmes cuando la cultura nos empuja hacia la conformidad… levántate iglesia para clamar: “Señor rescátanos de la apatía de nuestros días, haznos fervientes en procurar que todo lo que hagamos traiga gloria a Tu Nombre, aviva Señor mi corazón y que a través de mí ese avivamiento alcance a todos los que están cerca de mí” Iglesia no podemos contentarnos con una fe suspendida entre la comodidad y lo que es políticamente correcto; la fe verdadera exige valor para vivir y, cuando sea necesario, para morir, movidos por la gloria de Dios y por el deseo de que Cristo sea conocido en toda la tierra.
En este contexto, no es trivial enfrentarnos a un mundo que no se demora en colocarnos una etiqueta: racistas, homofóbicos, fanáticos, y así sucesivamente. Ahí radica un gran peligro: que el temor de ser etiquetados nos haga traicionar la verdad para evitar la controversia. Nuestro primer temor debe ser deshonrar al Señor al apartarnos de Su verdad y de Su justicia, y no el temor de la crítica secular. Para finalizar quiero que meditemos en esto, todos estamos dispuestos, en algún grado, sufrir por la justicia. Pero ¿Podremos, como los apóstoles, regocijarnos por haber sido humillados por causa de la justicia y de la verdad? ¿Estaremos firmes, confiados en Dios y en Su verdad, para sostenernos con alegría ante la confusión y la calumnia? ¿O nos hundiremos en miedo para evitar el escrutinio humano?
Oración: amado Padre celestial, concede a Tu pueblo un corazón valiente y fiel, que no teme la calumnia ni a la aflicción del mundo, sino que permanezca firme en la verdad de que tu Nombre es digno de ser adorado, magnificado y exaltado; concédenos poder para vivir y morir para la gloria de Cristo, nuestro Buen Pastor. Amén
Añadir comentario
Comentarios
Amén.
Concede señor a tu iglesia permanecer firmes en la fe, Para no deshonrar tu palabra amén 🙏🙏🙏