
“Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, más para vosotros de salvación; y esto de Dios” Filipenses 1:27-28
Cristo vino para morir por nuestros pecados y resucitó para darnos vida eterna, un perdón completo y gozo que permanece y sobrepasa cualquier otra promesa pasajera. Esta es una gracia que no se limita a una simple experiencia privada, es una gracia que demanda de quien la disfruta una vida que sea acorde a ella: una vida que exprese que nuestra esperanza está puesta en el Evangelio de Cristo y no en las cosas del mundo. Cuando Pablo afirma “porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (v. 21) está describiendo el modo correcto en que debemos vivir cuando la verdad de la cruz ha tomado el centro de nuestra existencia. Si es verdad que hemos conocido a Dios y hemos creído y obedecido a Su evangelio, entonces nuestro deseo de vivir no estará enfocado en lo que podemos lograr en este mundo para nosotros o para aquellos que amamos, sino que estará circunscrito exclusivamente a tener más oportunidades para exaltar a nuestro Salvador. Pablo consideraba que vivir sólo valía la pena si al hacerlo podía contribuir al avance del evangelio y el gozo en la fe de la iglesia. Sólo cuando el vivir es Cristo la muerte se convierte en ganancia, porque es despojada de su poder para separarnos de Aquel que ha salvado nuestras almas.
De informar sobre sus circunstancias personales, Pablo pasa a exhortar a la iglesia a vivir de una manera digna del evangelio. Les anima a procurar la unidad y a seguir combatiendo unánimes por la fe del evangelio, en lugar de levantarse a combatir entre ellos en medio de las dificultades. Vivir como es digno del evangelio es hacer que nuestro vivir sea Cristo, y si cada uno de los que han creído viven de este modo es posible que exista unidad que mantenga la fe. La unidad a la que Pablo exhorta a la iglesia no es meramente coincidir en ideas, sino un vivir cuyo común denominador es confiar en la suficiencia de Cristo incluso cuando las circunstancias de la vida se ponen difíciles. Si hemos creído que la muerte ha perdido su aguijón y que Cristo ha vencido al mundo podemos vivir con esperanza aún en las peores circunstancias. Por eso, la lucha conjunta por el evangelio y la valentía ante la hostilidad revelan la autenticidad de una fe que no depende de la seguridad presente, sino de la fidelidad de Dios. Cuando la iglesia vive así, se convierte en una señal evidente de la verdad del evangelio: quienes creen son salvos y quienes no creen enfrentan la justicia de Dios en su negación.
¿Para qué vives? ¿es la fama del nombre de Cristo lo más importante para ti, o lo es la comodidad y la vida fácil? Si decimos creer en Él estamos llamados a vivir una vida que manifieste valentía coherente con el evangelio, Cristo es el tesoro supremo anunciado por el Evangelio, nuestro vivir entonces debe anunciar que Él está por encima de cualquier otro tesoro de este mundo. Que nuestras vidas estén tan inmersas en Cristo que no vivamos para nosotros, que la razón detrás de todo lo que hacemos sea procurar intencionalmente contribuir al avance del evangelio… Entonces, ya sea que comamos o que bebamos hagámoslo todo para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31). Vivir como es digno del evangelio no es una invitación al ascetismo o a desentendernos de nuestras responsabilidades terrenales, todo lo contrario, es una invitación a colocar todo lo que hacemos al servicio de la gloria de Dios y no de nuestro deleite, y esto no implica que no podamos disfrutar, sino que esta no es la razón detrás de lo que hacemos. Así las cosas, nuestra esperanza no descansa en la seguridad terrenal, nuestra alegría no se mide por la aprobación de otros, ni nuestra felicidad por evitar críticas o calumnias.
La unidad en Cristo y la templanza ante la oposición clarifican el valor del evangelio. Por ello, el llamado a la valentía no es un capricho, sino la expresión que magnifica el valor de Cristo, el único que satisface plenamente y que da fuerza para vivir y sufrir por causa de la verdad.
Oración: Concédeme oh Señor un vivir que sea Cristo, una esperanza que supere las distracciones del mundo y una valentía que no se doblegue ante la oposición o la prueba. Da a Tu iglesia espíritu de unidad, paciencia y humildad, para sostener la fe con un solo corazón y una sola mente, que nuestras vidas revelen que nuestro tesoro está en Cristo y que, incluso ante la persecución o la incomprensión, podamos regocijarnos en la gracia de vivir o morir para gloria de Tu Nombre. Fortalece nuestra confianza en Tus promesas y haznos firmes hasta el fin, para que otros ardan con el mismo deseo de honrar a Cristo, nuestro Señor y Salvador. Amén
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Comentarios
Fortalece señor nuestro espíritu a fin de cuando seamos perseguidos sea de regocijo el morir por ti mi Cristo.
Amén
Amén, ayúdanos Señor, nada podemos hacer sin ti.