
“Huye el impío sin que nadie lo persiga; más el justo está confiado como un león” Proverbios 28:1
En estas palabras se condensa la radical diferencia entre una vida que se apoya en la maldad y una vida que se apoya en la gracia y la justicia de Dios. Nuestro llamado es vivir de modo que el valor del evangelio se manifieste en nuestra actitud: valentía frente a la adversidad y serenidad ante las amenazas. El pasaje de hoy afirma con claridad que existe una relación entre la maldad y el miedo, y entre la rectitud y la audacia. El evangelio nos enseña que, por medio de Jesucristo, incluso quienes estaban lejos pueden recibir una justicia que les da una valentía semejante a la de un león. Esto no significa que no haya impíos valientes ni que los justos hagan siempre gala de un temple perfecto; significa que, de forma general, la maldad tiende a encender el miedo mientras la justicia infunde valentía.
Queda claro, además, que lo que provoca la huida entre los malvados es la mala conciencia. Huimos cuando nadie nos persigue porque dentro de nosotros hay una voz que nos acusa. La culpa, madre del miedo, convierte la sombra en perseguidores y la presencia de Dios en una amenaza para la mente cargada de culpa. Desde la caída en Edén, Adán y Eva escucharon el caminar de Dios y se escondieron; no es que Dios les acechara, sino que su conciencia distorsionó la realidad. Esa condena interior fabrica persecuciones donde no hay, y la ingenuidad de la rebelión se sostiene con distracciones: alcohol, drogas, música o activismo pueden adormecerla, y otros endurecen su conciencia con negaciones constantes. En este marco, los malvados no corrigen lo que han hecho ni se proponen hacer el bien; huyen cuando nadie los persigue, y, sin embargo, ¡ay de los impíos que cierran sus oídos a los pasos de Dios en el jardín!.
Pero los justos no son así, “los justos son valientes como un león". Dice el salmista "¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada, cuyo pecado es cubierto! ¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad!" El justo no se sostiene por una justicia propia, sino por la justicia imputada de Dios. Esta seguridad genera valentía auténtica, una valentía que no depende de la ausencia de miedo, sino de la certeza de que Dios está con los que le temen y confían en Su fidelidad. En esa confianza, el justo puede enfrentar acusaciones y calumnias, sabiendo que la verdadera recompensa está en Dios, no en la aprobación humana. Como enseñaba Calvino, la gracia transforma el corazón y capacita al creyente para obedecer a Dios incluso cuando la cultura empuja en dirección contraria. Nuestro llamado como creyentes es a vivir para la gloria de Dios con una valentía que nace del gozo de haber sido hechos aptos para participar de la herencia de los santos en luz y no del aplauso humano.
Oración: Padre celestial, te damos gracias por la gracia que nos justifica y nos capacita para vivir con valentía. Ayúdanos a no caer en una falta de valentía impulsada por la culpa y a abrazar la verdad que nos libera. Que nuestro vivir refleje la confianza del justo: somos un pueblo cuya esperanza está en Ti, que nuestra seguridad no dependa de la opinión de los hombres, sino de la fidelidad de Tu palabra. Fortalece nuestro corazón para enfrentar la calumnia, la presión cultural y las pruebas con un espíritu sereno y audaz, sabiendo que la gracia que nos sostiene es suficiente. Que, unidos en Cristo, seamos testigos vivientes de la justicia que nos ha sido imputada y de la misericordia que nos transforma, para que otros también puedan hallar en Ti su refugio y su gozo. Amén
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Comentarios
Amén 🙏🙏🙏
Amén, ayúdame señor.