
Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño” Salmo 32:1-2
La justicia que hace valiente el corazón humano delante de los hombres y que glorifica a Dios no se trata de una justicia obtenida por esfuerzo humano, sino de la justicia otorgada por Dios. Los justos son los que están libres del miedo, porque han sido purificados de mala conciencia y sus corazones ya no los condenan, aquellos que por gracia y no por méritos están reconciliados con Dios.
Podemos entender esto mejor al considerar la vida de aquellos que nos antecedieron y que sellaron su testimonio del evangelio con sangre, iniciando desde Esteban el primer mártir que estuvo dispuesto a anunciar la verdad de Dios sin importar que el costo sería alto “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros” y mientras ellos se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él. Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios (Hechos 7:51, 54-55). Los impíos huyen cuando nadie los persigue, porque su conciencia, ese eco de la voz de Dios que les condena, los persigue a cada paso, pero quien ha entendido y creído al Evangelio tendrá una vida marcada por la valentía porque la gracia que justifica también transforma, y esa transformación capacita para vivir con valentía en un mundo que frecuentemente contraría la verdad. Cuando el evangelio te coloca en una posición de justicia imputada, el miedo se disipa y nace una confianza que mira más allá de lo visible.
En la historia de la iglesia podemos ver que, en cada generación, quienes entienden que la justicia que los cubre no es su propia justicia, sino la justicia de Cristo imputada en ellos, pueden mirar a la realidad con valentía y caminar en la libertad que da la gracia. La conciencia fue lavada por la gracia; la vida, ahora, es un testimonio de la verdad de que “el justo por la fe vivirá.”
Oración: Oh amada Iglesia que el evangelio de la justicia gratuita de Dios nos lleve cautivos, y nos libere radicalmente del miedo, para que podamos ser tan audaces como un león por el bien del evangelio. Amén
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Comentarios
Amado Dios que tú justicia y amor prevalezca y More en nosotros para llegar a tener la estatura perfecta. En Cristo Jesús amén 🙏🙏🙏
Amén, ayúdanos mi Señor.