Un amor que asombra

Publicado el 3 de octubre de 2025, 5:26

“Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto Su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en Su mano prosperada” Isaías 53:10

El siervo sufriente de Jehová que voluntariamente se entregó al sufrimiento no sólo adquiere para Sus enemigos la base de la justificación, sino que hace posible que de ser extranjeros y advenedizos los creyentes viniesen a ser familia de Dios (Efesios 2:19). Su muerte y Su resurrección otorgan no solo perdón, sino descendencia: personas que nacen de nuevo en el seno de la familia de Dios. No es simplemente que se nos justifique ante la ley; es que por causa de haber sido amados con el gran amor con que nos amó Dios en Cristo nos recibe en casa, como hijos, en una relación íntima y personal con el Padre. Este es el milagro de la encarnación de Cristo: mediante la muerte y la resurrección del Siervo, nacemos a una nueva ciudadanía, somos adoptados y hallamos comunión con Dios en Cristo.

Pero Dios a través de Isaías no se detiene allí. En el verso 12 nos muestra la profundidad de la victoria: “Por tanto, [debido a Su fidelidad en la muerte] Yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos [o botín] por cuanto derramó Su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo Él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores” recapitulando un poco podemos estructurar lo siguiente: el verso 10 asegura que verá Su descendencia, verso 11 que justificará a muchos y finalmente verso 12 Él repartirá el botín de guerra con los fuertes ¿De quienes nos habla Dios? Estos tres grupos son el mismo pueblo: pecadores justificados que ahora son hijos de Dios y coherederos con Cristo de la victoria sobre la muerte y sobre el poder del pecado. El siervo ha vencido a la muerte al resucitar, ha quebrantado el poder del pecado para arrastrar al que por naturaleza es pecador a la condenación eterna y, al liberar al culpable, lo eleva a la adopción.

El amor con el que fuimos amados en la cruz hizo posible que gente que estaba muerta en sus delitos y transgresiones tuviese vida, y que la barrera intermedia que hacía imposible que nos acercásemos al Único Dios Verdadero fuese derribada. Su victoria hizo posible que fuésemos liberados de la potestad de las tinieblas, Su muerte anuló el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz… ¡Qué asombroso es el amor de Dios! ¿puedes nombrar una demostración de amor más grande que esta? Piensa en esto, las criaturas “amamos” aquello que consideramos “digno” de amor; pero Dios nos amó cuando aún éramos Sus enemigos, sin que hubiese nada en nosotros que le estimulase a amarnos. Pero más sorprendente aún es que Dios se ligara a Sí mismo en un compromiso de pacto con Sus enemigos y prometa no sólo amarlos sino incluso hacer todo lo que sea necesario (incluida la muerte de Cristo) para “ganar” el amor de Sus enemigos para Él ¡Que asombrosa es Su soberana gracia!

La cruz de Cristo satisface, de modo definitivo, los dos anhelos más profundos de la humanidad: deshacernos de la culpa y la mala conciencia, y ser adoptados en una familia que viva en comunión con Dios. El Siervo sufriente satisface cada uno de estos anhelos a costa de Su vida: podemos ser justificados y, al mismo tiempo, formar parte de la descendencia de Dios. Te invito a que confíes en Él en este momento. No puedes justificarte por tus propias obras, no puedes ganar por tu desempeño la adopción como hijo de Dios, y no puedes ganar el botín de la victoria espiritual por tu cuenta. Solo puedes recibirlo como regalo y confiar en la obra de Cristo. Pon tu confianza en Él, y todo lo que es Suyo será tuyo.

Oración: Padre celestial, levanto mi voz para alabar Tu soberana y sorprendente gracia. Señor Tu Palabra dice que todos nosotros nos descarriamos, como el hijo prodigo te dimos la espalda y endurecimos nuestro corazón para no recibir Tu corrección. Yo también malgasté Tus bendiciones al irme tras los deseos de mi corazón, cuando escogí vivir para mí mismo sin pensar en Ti… Gracias no sólo por permitirme ser consciente de la miseria de alimentarme de la comida de los cerdos, oh Señor gracias por darme un corazón capaz de suplicar ¡conviérteme y seré convertido, porque Tú eres mi Dios! Oh Padre guárdame de llegar a considerar que existe algo que puede exceder el amor con el que Tú me has amado en Cristo, dame un corazón que cada día se maraville más con Tu gracia… un corazón que cada vez esté más satisfecho en Ti y que es capaz de estar contento aún en sus peores pérdidas. Concédenos mirar más allá de nuestra experiencia presente y descansar en la promesa de que Tú harás que finalmente todo obre para bien. Oh Dios que la gracia que nos justifica también nos transforme, para vivir como es digno del Señor, agradándolo en todo, viviendo con gozo y gratitud en todas nuestras circunstancias. Amén

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Comentarios

Shirley García
hace 6 días

Amén 🙏🙏🙏