Esperanza en la derrota aparente

Publicado el 2 de octubre de 2025, 5:25

Fue oprimido y tratado con crueldad, sin embargo, no dijo ni una sola palabra. Como cordero fue llevado al matadero. Y como oveja en silencio ante sus trasquiladores, no abrió Su boca. Al ser condenado injustamente, se lo llevaron. A nadie le importó que muriera sin descendientes ni que le quitaran la vida a mitad de camino. Pero lo hirieron de muerte por la rebelión de mi pueblo. Él no había hecho nada malo, y jamás había engañado a nadie. Pero fue enterrado como un criminal; fue puesto en la tumba de un hombre rico.Isaías 53:7-9 NTV

El pasaje de hoy nos confronta con la escena de un Siervo que carga con la maldad que no es Suya y que, aun ante una justicia brutal, no responde con defensa propia sino con obediencia al plan redentor de Dios. Este pasaje nos revela que el dolor y la afrenta no surgieron por un pecado propio, sino por las transgresiones de Su pueblo. Cristo fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades; el castigo que nos justifica fue sobre Él y por Sus llagas somos sanados. Isaías anticipa que el Señor cargaría con el pecado de todos nosotros, y 1 Corintios 15:3 resume ese Evangelio: “Cristo murió por nosotros conforme a las Escrituras”, tal como Isaías anunció muchos siglos años antes. La pregunta de Isaías, “¿Quién lo consideró?” no es simple curiosidad; es una invitación a la meditación rigurosa sobre la magnitud de lo ocurrido. Si la generación que presenció la cruz de Cristo fue incapaz de evaluar objetivamente lo que estaba sucediendo, ¿cuánto más nuestra generación? con toda la facilidad que tenemos de acceso a la información, aún seguimos evaluando mal las cosas espirituales: podemos ver el evento más definitivo del mundo y no verlo; podemos oír sin oír. La debilidad humana persiste cuando no nos detenemos a meditar en las grandes verdades.

Isaías continúa: “Pero lo hirieron de muerte por la rebelión de mi pueblo. Él no había hecho nada malo, ni engañado a nadie. Pero fue enterrado como un criminal; fue puesto en la tumba de un hombre rico”. Aquí hay un giro que señala la esperanza que atraviesa todo el pasaje. El Siervo no sufre como un culpable, sino como el Cordero que lleva el pecado. No muere por sus propias transgresiones, sino por las de Su pueblo; fue mezclado con los malvados en Su muerte, y sin embargo termina en la tumba de un hombre rico, un detalle que no es accidente sino señal de la fidelidad de Dios para honrar a Su Siervo. ¿Por qué? Porque cuando Jesús murió, la obra de redención ya estaba consumada. Él clama desde la cruz: “Consumado es”. Su sufrimiento, Su lugar entre los malvados, Su muerte como criminal, formaban parte de un plan mayor, y la bendita sorpresa de Dios fue dignificar a Su Siervo con un entierro digno, aun cuando la apariencia externa era la de un despojo.

Este pasaje nos invita a recordar que, aunque la vida florezca o se oscurezca, hay un principio inamovible: Dios no falla. En medio de estaciones de dolor, de sombras y de pérdida, la realidad que sostiene es la cruz y la resurrección. En ese marco, el Siervo fue contado entre los muertos para que la honra de Su tumba testifique de Su justicia y de la gloria de Dios. Si la vida parece desbordarse en oscuridad, recordemos que el plan de Dios para Su Siervo y para Su Pueblo no fracasa por nuestras circunstancias; al contrario, tal como enseñó Juan Calvino: “La gracia de Dios no está a nuestro servicio para que nos sintamos grandes, sino para que Cristo sea visto y el corazón se rinda.”

Oración: Padre celestial, por Tu Palabra reconocemos al Siervo que fue llevado al matadero y que, sin abrir la boca, llevó nuestra vergüenza y nuestra culpa. Te damos gracias porque, no por nuestros méritos, sino por Tu plan de redención, Cristo murió por nosotros conforme a las Escrituras y fue enterrado para gloria de Tu nombre. Te suplicamos que nos concedas ojos para ver la grandeza de Su sacrificio, oídos para oír el Evangelio con fe, y un corazón que se rinda a Cristo como Señor y Salvador. Que nuestra vida se edifique sobre la verdad de que, aunque todo parezca desmoronarse, Tú no fallas; Tu plan de redención está completo y Su victoria está asegurada. Fortalécenos para vivir en obediencia, esperanza y adoración, confiando en que Jesús es el Señor, para la gloria de Dios Padre. Amén

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Comentarios

Shirley García
hace 7 días

Gracias a Cristo Jesús por tan gran sacrificio , a él sea el honor y gloria.
Amén 🙏🙏🙏

Yamileth
hace 7 días

Amén, amén, Amén.