
“Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” Juan 10:8-9
En el mundo antiguo, el hombre a cargo de los rebaños tenía un trabajo difícil. Tenía la responsabilidad de guiar a las ovejas a nuevos pastos y agua dulce, defenderlas de los depredadores y encontrar a las perdidas cuando se desviaban. Pero su trabajo era humilde, solitario y peligroso. El pastor vivía entre el rebaño y dormía en la entrada del redil para mantener a las ovejas adentro y a los lobos afuera. Era una labor difícil, constante e inclemente.
Sin embargo, Cristo dijo a sus seguidores: “Yo soy el buen pastor”. Las congregaciones modernas no se dan cuenta del significado de esas palabras. Tenemos una visión sencilla y dulcificada de Jesucristo como pastor. El Dios soberano del universo se humilló y se ensució las manos trabajando con seres tan errantes, voluntariosos y algunas veces tontos y empecinados como las ovejas. ¿Recuerda que cuidar del rebaño requería estar en la entrada del corral de las ovejas? Bien, el Señor hizo justo eso: se convirtió en la puerta para nosotros. Él sacrificó su vida por el gran rebaño de la humanidad, para que cualquiera que decida creer en Él pueda entrar al redil de Dios. Y una vez adentro, reciba lo que necesite, se le busque cuando se pierda, y se le proteja del enemigo. Todo lo que en tu vida vino a “cuidar” tu vida antes de Cristo (riquezas, posición, prestigio, amistades…) solo era una artimaña para robar, matar y destruir tu vida, por tanto, en ello no encontrarás respuesta… pero Cristo es la puerta, Cristo es lo que tanto anhelaste encontrar, oye Su voz y sigue su dirección.
¿Qué mejor manera de mostrar nuestro amor que reconocer Su voz y seguirla a donde sea que nos lleve? nadie puede escuchar la voz de Cristo a no ser a través de la sana predicación de Su Palabra. Así que no es cosa ligera lo que ocurre cada domingo en las Iglesias de Cristo. Dios se hace presente en el culto de adoración y la voz de Su Hijo es escuchada cuando Su Palabra es fielmente expuesta. El predicador tiene sobre sus hombros una enorme responsabilidad: traspasar fielmente la mente de Cristo a través de la exposición de Su Palabra. Pero los que escuchan tienen también una enorme responsabilidad cuando esa Palabra es fielmente expuesta: atender a la predicación como si fuese a la voz del mismo Cristo. ¡Que el Señor prepare nuestros corazones para poner toda diligencia en escuchar, atesorar y poner en práctica la Palabra que escucharemos en Su día!
Oración: Padre eterno gracias por tu Palabra, gracias por llegar a mi vida por medio de tu Hijo Jesucristo. Tú eres digno de que yo te siga, dame oídos que oigan y un corazón que entienda y esté dispuesto a obedecerte. Amén
Añadir comentario
Comentarios