
“Pero quienes adoran ídolos sufrirán en gran manera. ¡Jamás rendiré culto a los ídolos! ¡Jamás les presentaré ofrenda!” Salmo 16:4 NTV
En el Salmo 73, Asaf expresa su consternación por la prosperidad de los impíos y su confusión por su éxito. El impío no tiene dolores hasta la muerte; están bien alimentados y protegidos de los problemas. No tienen las luchas y dificultades que la mayoría de los hombres tienen (versículos 4–5). A pesar de su orgullo, violencia, insensatez, malicia y opresión, prosperan y tienen éxito en todo lo que hacen (versículos 6–9). Siempre están tranquilos a medida que aumentan sus riquezas, burlándose descaradamente de Dios por no ver ni conocer su maldad (versículos 10–12).
En su queja, pareciera que la irritación de Asaf va en aumento… Sólo después de buscar refugio en Dios como su mayor bien, puede discernir el fin de los malvados y cuando lo hace, saca la misma conclusión que David en el Salmo 16:4, Asaf dice: “Dios los ha puesto en peligro, y van hacia su propia desgracia. En un abrir y cerrar de ojos terminarán por ser destruidos; el terror acabará con ellos. Cuando Dios entre en acción, hará que sean olvidados como se olvida una pesadilla” (Salmo 73:18-20) En otras palabras, mientras que los malvados pueden prosperar por un momento, al final sus dolores se multiplicarán. Su pie resbala a su debido tiempo. Habiendo corrido tras la vanidad, habiendo adorado a las criaturas en lugar de al Creador, caen bajo una maldición. Al final, la factura vence.
Con demasiada frecuencia vemos a los malvados prosperar en el mundo. Su pecado, lejos de perjudicarlos, parece posibilitarles el éxito y, al hacerlo, se convierte en una tentación para nosotros. La presión para seguir adelante para aplacar a los dioses falsos de nuestra era malvada, para invocar los objetos de confianza y adoración del mundo, para correr detrás de otros dioses para encajar y encontrar el éxito terrenal es real. Pero debemos discernir su fin. Sus dolores se multiplicarán. La facilidad, si existe, durará sólo un momento. El ligero y momentáneo éxito de los malvados les está produciendo un eterno peso de aflicción que superará con creces la prosperidad terrenal. Y cuando discernimos este fin, somos fortalecidos para resistir la presión de nuestra era. En lugar de conformarnos al modelo de este mundo, somos transformados por la renovación de nuestra mente. En lugar de buscar aplacar a los dioses falsos o a los hombres falsos, nos ofrecemos como sacrificios vivos solo a Dios (Romanos 12:1-2). En lugar de hacer eco de las mentiras y falsedades de nuestra sociedad, decimos con nuestros labios y con nuestro corazón: “Jesús es nuestro Señor; no tenemos ningún bien aparte de Él.”
Oración: Guárdame oh Señor porque en ti he confiado. Tú eres mi Señor, todo lo bueno que tengo, lo he recibido de ti. Sin ti, no tengo nada Tu eres mi Dios, eres todo lo que tengo; tu llenas mi vida y me das seguridad. Oh Señor concédeme tu gracia para ponerte siempre delante de mí y que el hacerlo sea la fuerza que me guarde de caer. Muéstrame oh Señor a través de tu Palabra la senda de la vida, enséñame a vivir como a ti te gusta, hazme conocer el camino que tú quieres que yo transite. Es en tu presencia que hay plenitud de gozo. Amén
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