
"Pero la serpiente era astuta la cual dijo a la mujer: ¿Con que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?" Génesis 3:1
Hay al menos dos formas de complacer al diablo cuando se trata de la búsqueda de la santidad. La primera forma es huir de la santidad por completo: huir, como el hijo pródigo, al país lejano de este mundo, lejos del hogar del Padre (Lucas 15:11–13). La segunda forma, quizás aún más peligrosa que la primera, es buscar la santidad y no estar contentos con ello. Como el hijo mayor en la parábola de Jesús, muchos siguen las reglas del Padre con resignación (Lucas 15:29). “este es el costo de la justicia”, se recuerdan a sí mismos. “Debemos renunciar al placer en el camino al cielo, La santidad, no la felicidad, es el verdadero bien”. “¡Qué virtud!” algunos pueden decir. “¡Qué rectitud! ¡Qué abnegación!” más bien ¡Qué farsa! a pesar de toda su pureza exterior, han sido engañados para vivir en un mundo creado por el mismo diablo: un mundo donde el Padre nunca está contento, donde el cielo no ríe y donde la santidad es un sacrificio no un modo de vida. Mientras vivamos bajo esa perspectiva, nos perderemos la fiesta que nuestro Padre ha preparado (Lucas 15:22–28).
Cuando la serpiente se acercó a Adán y Eva, supo que solo una mentira podría poner el fruto prohibido en sus manos. Solo una mentira podría convencerlos de alguna manera de que eran esclavos de un Dios tacaño. El diablo sabía que ellos nunca comerían del fruto mientras adoraran a Dios con deleite, entonces lo que hizo fue distorsionar la imagen de Dios en el corazón de ellos y con ello solo dejó dos opciones para el hombre: "rebelarse y ser feliz, u obedecer y ser miserable” (Génesis 3:4-5). Ellos tomaron la fruta y huyeron a un país lejano, muchos hoy en día hacen lo mismo. Pero otros rechazan el fruto, pero solo en los términos de la serpiente y como hermanos mayores lo hacen no porque sus reglas sean satisfactorias, sino solo porque son correctas; no porque la santidad sea gloriosa, sino sólo porque debo obedecer, no porque la comunión con Dios sea un deleite, sino simplemente porque Él lo dice.
Al diablo le importa poco en qué hermano nos convertimos. Mientras vivamos dentro de su mundo, él es feliz ya sea que nos rebelemos u “obedezcamos” mientras pensemos equivocadamente de Dios, porque tan pronto como “probemos y veamos que el Señor es bueno” (Salmo 34:8), y que Él mismo es nuestro “gran gozo” (Salmo 43:4), todo en nuestra búsqueda de la santidad cambiará. Todavía nos negaremos a nosotros mismos, practicaremos la obediencia y mataremos nuestro pecado, para estar seguros. Pero no nos atreveremos ni por un momento a pensar que estamos cambiando la felicidad por la santidad.
Oración: amado Señor perdona si de algún modo te he obedecido creyendo que es la única forma para ser salvo, perdona si no ha habido gozo y deleite en mi corazón al dejar atrás lo que te ofende, si aún siento que he perdido por estar a tu lado. Obra en mí, concédeme poder ver tu hermosura y ser conmovido por tu grandeza para que mi modo de vida sea un sacrificio vivo, Santo y de grato olor en tu presencia. Amén
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