
"Pero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses… Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David… Entonces edificó Salomón un lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalén, y a Moloc, ídolo abominable de los hijos de Amón. Así hizo para todas sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus dioses” 1 Reyes 11:1-8
La actitud de tolerancia, consentimiento o aceptación de las opiniones o deseos de otra persona en contra de los propios, especialmente cuando se adopta para evitar una discusión es llamada transigencia. La transigencia es tan maliciosa que las personas, por lo general, no se dan cuenta de cuando han pisado esta mina destructiva y por desgracia, este compromiso dañino lleva a la frustración y, al final, a la caída.
No caemos en una vida de concesiones; más bien, nos deslizamos hacia ella. El rey Salomón es un ejemplo perfecto de cómo una pequeña concesión puede llevar a la caída. Dios claramente le dice a Salomón que no debe asociarse con otras naciones ni hacer alianzas con ellas. Por eso, aunque traer caballos de Egipto parece inocente, en realidad es transigencia. Además, Salomón hace también una alianza, y se casa con la hija de Faraón. Luego cede más en pro de mejores relaciones diplomáticas con las demás naciones y así obtiene cientos de esposas. Después, permite que ellas adoren a sus ídolos, pero pronto él también se involucra en la práctica. Finalmente, se rebaja tanto que llega a construir un lugar alto para “Quemos, ídolo abominable de los hijos de Amón” (1 R 11.7), cuya adoración estaba asociada con el sacrificio de niños. Esta es una imagen horrible de cómo opera la transigencia.
El principio es el mismo en nuestra vida: una pequeña concesión puede llevar a la ruina total. Las personas se rinden a la presión en muchas áreas diferentes: moralidad, principios, entretenimiento, hábitos…, y muy pronto son una mala copia de aquella persona por la cual se dejaron influenciar, no solamente alejados de Dios, sino completamente enemigos de Dios. La transigencia lleva pronto al creyente a andar en tinieblas, al permitir que el concepto de otra persona guie nuestras vidas a pesar de lo dicho por Dios en la Escritura es como colocar la luz debajo del almud, no podemos ser iluminados por ella y por tanto cada vez las tinieblas serán mayores. Que el deseo de estar en paz con los incrédulos no nos lleve a andar en oscuridad.
Oración: Señor tu palabra dice que aquel que esté firme mire que no caiga, Señor dame templanza y dominio propio para mantener convicciones firmes, Señor que no busque yo ceder a mis principios por el deseo de mantener una relación, que no me convierta yo a nadie sino que ellos se conviertan a la persona que tú has hecho de mí. Amén
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