
"Deléitate asimismo en Jehová, y Él te concederá las peticiones de tu corazón” Salmos 37:4
La vida del creyente es descrita aquí como un deleite en el Señor, el verdadero evangelio rebosa de gozo y de felicidad. Quien tiene a Dios meramente en los labios, no ve el evangelio como algo lleno de deleite, sino que únicamente es servicio, deber o necesidad; no puede ser placentero ni deleitable.
¿Por qué se congregan, no es debido a un mandato que evitarían de buen agrado si pudieran? ¿Cuántos no ven al evangelio como un amuleto que permite escapar de las enfermedades, o como un mal necesario que ofrece una vía de escape al temible juicio? Para ellos el servicio es siempre monótono y la adoración produce fatiga. No saben lo que es una ofrenda voluntaria ni tampoco pueden entender el amor lleno de gozo que produce la comunión con los hermanos. Sirven a Dios de la manera que Caín lo hizo, quien trajo su ofrenda, es cierto, pero la trajo a su manera; la trajo porque era costumbre de familia y no iba a permitir que su hermano lo superara; la trajo del fruto común de la tierra y con un sombrío corazón sin amor. Sirven a Dios, pero lo hacen porque esperan obtener algún beneficio o porque no se atreven a no servirle. Quien verdaderamente ama a Dios con todo su corazón, encuentra que Sus caminos son caminos agradables y Sus vías son de paz. Aquellos que aman vivir consagrados para el Señor, descubren en su Señor tal gozo, tal sobreabundante bendición, que lejos de servirle por costumbre, quieren seguirle, aunque el mundo entero rechace Su nombre. Para un verdadero creyente su profesión de fe no es una prisión. No es arrastrado a la santidad, ni forzado a cumplir con el deber. Nuestra esperanza es nuestra felicidad, nuestro deber es nuestro deleite.
Siempre se divulgará la mentira de que el evangelio roba la felicidad a las personas. Pero nunca ha habido un mayor malentendido, una falsedad más grande para maldición del mundo. Un creyente auténtico no necesita las relaciones que tiene el incrédulo para alegrarse, ni mucho menos de las variadas distracciones que les dan completa felicidad, porque quien en verdad a creído ya no vive para sí mismo o para agradar a su carne, sino para la gloria de Dios. Su única necesidad es ser un pueblo santo, escogido por Dios, apartado para Dios para anunciar las virtudes de Aquel que le llamó de tinieblas a la luz.
Oración: Gracias Señor por el regalo de tu presencia, gracias por tu amor y protección, gracias por trazar una senda angosta y recta para guardar mi vida de deslizarse. Señor que el hacer tu voluntad sea lo que deleite mi vida, dame un corazón recto que ame la santidad, que desee y busque tu presencia más que cualquier otra cosa. Amén
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