
“¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? Hebreos 9:14
Estamos en una época en la que se ha hecho realidad lo que un día fue ficción, y seguramente sí tenemos la oportunidad lo que hoy es novedad será opacado por algo mucho más sorprendente y avanzado. El mundo avanza bajo la premisa de que todo será mejor, más eficiente, más satisfactorio... Pero cada cosa desarrollada para dar plenitud al ser humano no ha pasado de ser más que un remiendo nuevo en un trapo viejo, no existe ni existirá algo creado por nosotros mismos que pueda traer alivio a nuestra conciencia que nos condena y nos hace sentir que no somos aceptos delante de Dios. Estamos separados de Dios y la conciencia grita con desesperación por una solución.
Podemos cortar nuestro propio cuerpo, dar millones de dólares a obras de beneficencia, servir en un comedor comunitario, cumplir cien penitencias distintas o infligirnos cien tipos de heridas, y el resultado será el mismo: la mancha permanece y la muerte nos aterra... Podemos sumergirnos en los placeres carnales, llenarnos de ocupaciones para no pensar en nuestra horrible condición, pero al final siempre oiremos más fuerte que nunca el grito de aquella consciencia culpable, el clamor de un alma desesperada por la necesidad y la culpa.
Estamos desahuciados porque nos hemos corrompido, y nos hemos corrompido porque involuntariamente respondemos a los deseos de nuestro corazón, no es lo externo lo que nos ha manchado, sino por lo que hay en nosotros mismos (Marcos 7:15-23)... Estamos contaminados por actitudes como el orgullo, la autocompasión, la amargura, la lujuria, la envidia, los celos, la codicia, la apatía, el temor... No hay avance tecnológico, académico u cultural que pueda ofrecer una esperanza... La solución sigue siendo la misma, porque el problema no ha cambiado, hoy como en cualquier otro tiempo de la historia de la humanidad Cristo es la ÚNICA solución, su sangre derramada para pagar nuestra deuda y limpiar nuestra conciencia. Cuando nuestra conciencia se levanta y nos condena ¿A dónde iremos? Hebreos 9:14 da la respuesta: a Cristo. Oh pecador huye de la ira venidera, corre a Cristo, clama por salvación mientras aún puedas ser oído.
Oración: Señor tuya es la gloria por los siglos de los siglos, no importa si el hombre renuncia a tu señorío tú sigues siendo el Señor de los señores, y sea que nos rindamos aquí o que lloremos y crujamos los dientes en el infierno tendremos que reconocer que eres Señor... Ten misericordia y obra en cada corazón que no ha creído para salvación, y guíanos al arrepentimiento que trae salvación eterna por amor de tu Nombre. Amén
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