
“Invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me honrarás” Salmos 50:15
La Biblia nos relata un sinnúmero de maneras en que Dios ha rescatado a su pueblo dramática y heroicamente, desde la división del mar hasta la liberación de Pedro de la prisión de Herodes (Hechos 12:7).
Una y otra vez, cada una de estas historias nos recuerda que necesitamos el rescate divino. Sin embargo, es el evangelio el que muestra a Dios en su mayor heroísmo. Hasta que Dios en su misericordia intervino para rescatarnos, la raza humana entera estaba en las garras de Satanás y cautiva de la oscuridad: “Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado, en quien tenemos redención: el perdón de los pecados” (Colosenses 1:13-14, LBLA) Dios, el Autor soberano, ha estado escribiendo la gloriosa historia de redención desde el principio de los tiempos, y Él es el héroe de esta gran historia. Si estás en Cristo, tienes una historia bendita, no solo por tus experiencias únicas, sino porque tu historia es una microhistoria de la gran historia de Dios. Y al igual que Dios es el héroe de cada relato bíblico, puedes tener confianza en que Él será el héroe en tu historia personal también.
Todas las grandes historias nos enseñan a ver a Dios como nuestro héroe principal y definitivo. Cuando contamos con Dios para que sea nuestro héroe en los capítulos más sombríos de nuestras vidas, Él honra nuestra fe al estar ahí para apoyarnos. Cuando Senaquerib, rey de Asiria, sitió la ciudad de Jerusalén, Ezequías hizo todo lo posible para prepararse responsablemente a defender la ciudad, pero también sabía que la batalla no dependía de su preparación. Esta confianza en Dios lo llevó a animar a sus oficiales militares con la siguiente declaración: “Sed fuertes y valientes; no temáis ni os acobardéis a causa del rey de Asiria, ni a causa de toda la multitud que está con él, porque el que está con nosotros es más poderoso que el que está con él. Con él está solo un brazo de carne, pero con nosotros está el Señor nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras batallas” (2 Crónicas 32:7-8) La confianza de Ezequías estaba completamente arraigada en Dios y en nadie más. No invirtió su confianza en sus propios ejércitos, ni tuvo esperanza de que otro, aparte de Dios, los salvara. Para Ezequías no había un “plan B”, no había opciones secundarias ni héroes sustitutos. Dios honró la fe de Ezequías al mandar un ángel para derrotar a Senaquerib y el ejército sirio, lo que resultó en la liberación de Jerusalén.
Quizás Dios no habrá dividido el mar Rojo para ti, pero milagrosamente ha dado vida a tu corazón muerto (Efesios 2:4-5) No te habrá rescatado de la fosa del león, pero te ha rescatado cientos de veces a lo largo de tu vida de toda clase de dificultades y tentaciones. La próxima vez que te encuentres en una situación imposible con las probabilidades en tu contra, ¿con quién contarás para que sea el héroe?
Oración: misericordioso Señor tú sabes honrar la confianza que es depositada en ti, tu corazón no es intimidado por ninguna circunstancia porque en toda situación tienes el control y el poder para hacer que obre para bien de nosotros y traiga gloria a tu Nombre. Perdóname las veces que he desfallecido, las veces en que he olvidado que tú estás conmigo para ayudarme y pelear mis batallas; límpiame de toda incredulidad oh Señor y dame templanza para mantener mis ojos en ti el autor y consumador de mi fe. Amén
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