
“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre que está en los cielos os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro padre os perdonará vuestras ofensas” Mateo 6:14-15
No hay personas que no perdonen en el reino de Dios. Pero entonces, ¿quién puede salvarse? Para los hombres es imposible, pero no para Dios (Marcos 10:27). Pero entonces, ¿Dios nos hace perfectos en esta vida para que nunca dejemos de perdonar? ¿Nos lleva inmediatamente al punto en que nuestra respuesta a cada insulto o herida personal nunca es, ni por un momento, resentimiento, ira, venganza o autocompasión? El perdón no es una obra por la cual ganamos el perdón de Dios. Más bien es el fruto que se manifiesta en cada corazón satisfecho con la misericordia de Dios y que se regocija en la cancelación de su propia deuda mucho más grande (Mateo 18:24). Para el hombre es imposible, pero no con Dios. “Todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado al fuego” (Mateo 7:19). Pero la planta que perdura lo hace porque es plantada por Dios (Mateo 15:13). Nadie puede jactarse de sus propios méritos ante Dios; y no es el cumplimiento riguroso de las reglas, sino un espíritu pobre y una confianza total en la misericordia de Dios lo que logra una posición ante Dios (Lucas 18:9-14).
Pero una cosa es cierta: la persona que, por misericordia, ha nacido de lo alto, ya no puede ser la misma. No puede seguir pecando como antes ya que “la simiente de Dios” está en él (1 Juan 3:9). No anda conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Romanos 8:4), porque es guiado por el Espíritu (Romanos 8:14). Dios obra en él el querer y el hacer Su buena voluntad (Filipenses 2:13). Cuando “perdonamos de corazón”, es el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22). Hemos sido crucificados con Cristo; ya no somos nosotros los que vivimos, sino Cristo quien vive en nosotros (Gálatas 2:20). Somos una nueva creación; y la marca de nuestra nueva vida no es la perfección, sino una inclinación persistente a perdonar, una reparación apresurada de nuestra falta de hacerlo y una petición firme a Dios para que ignore el pecado que estamos abandonando. En otras palabras, “perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores” no significa que estemos perdidos si el viejo espíritu que no perdona levanta la cabeza de vez en cuando. Significa que: Nadie que guarde rencor contra alguien, se atreve a acercarse a Dios en busca de misericordia. Dios nos trata de acuerdo con la creencia de nuestro corazón: si creemos que es justo albergar resentimientos y contabilizar los errores cometidos contra nosotros, entonces Dios reconocerá que nuestra súplica de perdón es pura hipocresía, porque le estaremos pidiendo que nos perdone. Es una cosa terrible tratar de hacer de Dios nuestro chivo expiatorio pidiéndole que actúe de una manera que nosotros, que nosotros no estamos dispuestos a actuar por considerarlo algo injusto.
Oración: oh Padre misericordioso, tú has colocado tu corazón en mis miserias cada vez que lo he necesitado, no has dado el pago que merecen mis obras, derramaste la sangre de tu Hijo para cubrir la vergüenza de mi maldad y quien soy yo para negar lo mismo a mí prójimo, a aquel por quien tu también derramaste la sangre de Cristo. Perdona mi duro corazón, y permite que cada día en mí haya una inclinación persistente a perdonar a quien peque contra mí. Amén
Añadir comentario
Comentarios