
“No temas, porque yo te redimí; te puse nombre; mío eres tu… Todos los llamados de mí Nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice” Isaías 43:1, 7
Si hay un Dios, como creo que lo hay, y si gobierna el mundo en Su soberanía, como dice la Biblia que lo hace, y si Él pone fin a la historia humana según Su plan y asigna a cada persona su eterno destino, como Jesús enseñó que lo hará, entonces dos de las preguntas más importantes que debe responder cualquier ser humano son estas: ¿Cuál es el objetivo de Dios al crear y gobernar el mundo? Y ¿Cómo puedo alinear mi vida con esa meta? Porque si no conocemos Su meta y nuestras vidas no están alineadas con ella, entonces nos encontraremos en desacuerdo con Dios y excluidos de Su reino en la era venidera. ¡Es terrible estar en desacuerdo con tu creador! Pero, por otro lado, nada inspira valor, resistencia y coraje para la vida diaria como conocer el propósito de Dios y sentirse de todo corazón en armonía con él
Desde que Adán y Eva eligieron comer del árbol prohibido para ser como Dios, independientes de Él y sabios por derecho propio, la raza humana ha sido esclava de un corazón rebelde que odia confiar en Dios pero ama hacer un nombre para sí mismo. La torre de Babel fue una manifestación de esa rebelión. Querían “hacerse un nombre y llegar hasta el cielo”, pero Dios frustró sus designios. Pero en lugar de abandonar a la raza humana, Dios comienza algo nuevo, Él elige a un hombre, Abram, y le hace una promesa (Génesis 12:1-3) cuando el hombre antiguo se negó a alinearse con la meta de Dios, Dios estableció una forma muy diferente de lograr esa misma meta. El hombre fue hecho para confiar en Dios y darle gloria. En cambio, el hombre optó por confiar en sí mismo y buscar su propia gloria, para hacerse un nombre. Entonces Dios eligió a una persona pequeña y prometió lograr su propósito a través de ese hombre y su descendencia. Engrandecería el nombre de Abram, para que él, y no el hombre, recibiera la gloria.
Del mismo modo sucede con nosotros ahora, Cristo dijo a sus discípulos: “Así brille vuestra luz entre los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16) esto no es una advertencia para hacerle un favor a Dios. Es un mandato para alinear nuestras vidas con su meta eterna. Él nos creó y nos llamó para Su gloria. El gran objetivo de Dios al crear y gobernar el mundo es que Él sea glorificado. “Te creé para mi gloria. Yo te formé, yo te hice”
Dios no permitirá que su Nombre sea profanado indefinidamente. Aunque es lento para la ira y abundante en misericordia, no tolerará para siempre a los que no le dan gloria, sino que considerará algo más glorioso, más digno de lealtad. “Mi gloria no la daré a otro”. Es por eso que es una cosa terrible estar en contradicción con tu creador. Hay un día de juicio y el asunto para cada uno de nosotros será: ¿Hemos estado con Dios en su gran objetivo de glorificarse a sí mismo o ha sido su gloria un asunto de indiferencia para nosotros?
Oración: Oh Señor que tu misericordia alcance nuestras vidas y nos guíe a un verdadero arrepentimiento que produzca en nosotros un deseo genuino de vivir para gloria y honra de tu Nombre. Amén
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