Señor, líbrame de mí

Publicado el 16 de abril de 2023, 5:40

"Protégeme, oh Dios, pues en ti me refugio" Salmo 16:1 

 

La oración del rey David implica peligros de los que debemos buscar refugio. Hay amenazas, peligros, fuerzas hostiles, desafíos. Los hay. En el mundo. En la Iglesia. En tu vida y en la mía. El salmo no especifica los peligros. Pero podemos imaginarlos. Los peligros podrían ser externos. Enemigos que conspiran, traman y tienden trampas. Hombres malvados que acechan y persiguen a los inocentes. Mentirosos y calumniadores que dicen cosas falsas contra nosotros. Enfermedades y dolencias que nos abaten. La pérdida de la riqueza o del trabajo u otras formas de seguridad terrenal. Todos ellos (y más) podrían estar en la mente del salmista. Lo que es más importante, la ausencia de especificidad nos permite llenar el vacío, aportar nuestros propios peligros, amenazas y desafíos, de modo que la oración de David se convierta en la nuestra.

Buscar refugio significa encontrar el lugar donde podemos bajar la guardia, donde no tenemos que estar en alerta máxima. Encontrar refugio es encontrar descanso, un lugar donde podemos dormir porque alguien fuerte y seguro está vigilando. La oración del Salmo 16:1 nos plantea preguntas desafiantes. Cuando nos enfrentamos a peligros y amenazas, ¿a dónde acudimos? Cuando se demuestra que nuestra autosuficiencia es una mentira, ¿adónde huimos? Cuando sentimos peligro, todos buscamos refugio. Pero ¿buscamos refugio en Dios? ¿Corremos hacia Él? ¿Nos escondemos en Él? ¿O corremos a refugios terrenales, a fortalezas mundanas, a ídolos falsos?

Hay verdaderos peligros externos en el mundo. Debemos buscar refugio en Dios y pedirle que nos guarde cuando nos enfrentamos a ellos. Sin embargo, la mayor amenaza para que yo sea guardado y preservado no es la oposición externa, ni la persecución por parte de los no cristianos, ni las amenazas físicas, ni las tergiversaciones y calumnias. La mayor amenaza de la que yo debo ser guardado es mi propia incredulidad. No las cosas de afuera; sino algo aquí adentro. La incredulidad es la mayor amenaza, peligro y desafío que enfrento. Esto significa que cuando oro: «Protégeme, oh Dios, pues en Ti me refugio», quiero decir: «Me refugio en ti de mí». De mis pensamientos. Mis pasiones. Mis deseos pecaminosos. Mis dudas. Mis estados de ánimo. Mi incredulidad… Dios es nuestro refugio y fortaleza, un auxilio muy presente en la angustia. Por eso te animo a que, ante los peligros, los enemigos, las ansiedades, los temores, las dudas y la incredulidad, haz del Salmo 16:1 tu oración: “Protégeme, oh Dios, pues en Ti me refugio” Amén

Tomado de Coalición por el Evangelio

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