
Miqueas vivió y predicó en Judá durante el reinado de tres reyes: Jotam, Acaz y Ezequías. Eso fue unos 700 años antes de Cristo y unos 2.700 años antes de nosotros. El gran enemigo del pueblo de Dios en aquellos días era Asiria, y Miqueas ve cómo los asirios destruyen la capital del reino del norte de Israel en el 722 A.C. Pero el enemigo más destructivo del pueblo de Dios era el mismo entonces que ahora, a saber, el pecado. Los ejércitos de Asiria eran nada para Dios Todopoderoso. De hecho, durante el reinado de Ezequías, Dios mató a 185.000 soldados en una noche para salvar a Jerusalén. Las amenazas externas no son los enemigos más peligrosos de nuestras vidas. Lo que llevaría a Juda y Jerusalén a la ruina era su pecado. Y así, Dios envió a Miqueas para llamar al pueblo al arrepentimiento y advertirles del juicio venidero. Miqueas 2:1-2 dice: “¡Ay de los que traman iniquidad y obran el mal sobre sus lechos! Cuando amanece, lo realizan, porque está en el poder de su mano. Codiciaron los campos y se apoderaron de ellos; y casas, y lleváoslos; oprimen al hombre y su casa, al hombre y su heredad” La denuncia de Miqueas no sólo toca al ciudadano común, también señala los dirigentes y tristemente a aquellos que representaban a Dios delante de los hombres, los sacerdotes y profetas.
¿Cómo debería responder el pueblo de Dios a este tipo de predicación, llena de acusación y advertencia sobre el juicio de Dios? esta también es una pregunta para nosotros, no solo para ellos. La iglesia de hoy necesita escuchar estas advertencias. Miqueas muestra dos tipos de respuesta a su predicación. Ambas se basan en la gracia, pero sólo una es correcta: Unos decían, “¡Estamos seguros!” ¿Por qué creen que están seguros? “¡Estamos seguros porque el Señor está en medio de nosotros! ¡Allí está Su templo! Allí está el arca del pacto: ¡Somos el pueblo del pacto! Tenemos a Abraham como nuestro padre (Mateo 3:9) Ellos decían a Miqueas: “No prediques, no se debe predicar de tales cosas; la desgracia no nos alcanzará.” La gracia barata es el enemigo mortal de la Iglesia. La gracia barata es la predicación del perdón sin necesidad de arrepentimiento, hace que el creyente descanse contento con su mundanalidad, que se consuele y descanse seguro porque la gracia lo hace todo; en lugar de negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir a Cristo, eso es gracia barata. El único hombre que tiene derecho a decir que es justificado sólo por la gracia es aquel que lo ha dejado todo para seguir a Cristo.
La forma correcta de apoyarse en la gracia se basa en una unión profunda e inquebrantable con Dios. Esto es lo que sucede cuando una persona deja de depender de sí misma y comienza a depender de Dios. La verdadera gracia no minimiza la fealdad del pecado, no resta importancia a la terrible ofensa que es el pecado para Dios. Sabe que Dios puede enojarse y tiembla ante Su enojo, la verdadera gracia quebranta, constriñe y trae arrepentimiento. Pero aun así, nunca pierde la confianza en la gracia de Dios, sino que cree que este mismo Dios de indignación defenderá nuestra causa y nos sacará de las tinieblas del juicio a la luz de la vida: “Yo soportaré Su indignación porque pequé contra Él, hasta que juzgue mi causa y haga juicio por mí. Él me sacará a la luz, contemplaré su liberación” (Mq 7:9) Mi oscuridad es la oscuridad de mi pecado y Su indignación, pero Él mismo me sacará a la luz. Él será mi liberación. La diferencia entre esto y la “gracia barata” es que el pecado se toma muy en serio. Hay una caída reprochable, hay una indignación real y terrible de parte de Dios. Hay un tiempo en una oscuridad terrible. Hay quebrantamiento, contrición y remordimiento mientras soportamos pacientemente el castigo de nuestro Dios. Si esto falta en la vida cristiana, se vuelve superficial e inauténtico. Pero cuando Satanás se burla de nosotros diciendo que estamos acabados, echamos mano de la espada de Miqueas y decimos: “¡No te alegres de mí, oh enemigo mío! Aunque caiga, me levantaré; aunque more en tinieblas, el Señor es mí luz. . . Él me sacará a la luz; veré Su liberación” (Mq 7:8,9b)
¿Puedes llamar a Dios tu Dios esta mañana? Esta confianza no se hereda. Es adquirida por un acto voluntario de abandono de todos los demás dioses y jurando lealtad al único Dios verdadero. El momento es ahora, “Escogeos hoy a quien sirváis” (Josue 24:15) entonces, y sólo entonces vendrá la paz y el gozo que sobrepasan todo entendimiento.
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