
“Y Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” Efesios 2:1
Como vimos el día de ayer, la idolatría produce el tipo de padre que exaspera y provoca a ira a sus hijos, pero Dios en Su gracia ha provisto un remedio para ese mal: El evangelio de la gracia de Dios en Cristo.
El evangelio nos recuerda que nosotros no somos los protagonistas de la historia, ni nuestros hijos tampoco. Que existimos para la gloria de Dios, y que el propósito de nuestra crianza debe ser levantar una generación que se gloríe en Jesucristo y no en ellos mismos. El evangelio nos lleva a tomar en serio el pecado de nuestros hijos, y a no olvidar que lo que ellos necesitan no es un cambio de conducta, sino un cambio de corazón, ellos necesitan nacer de nuevo. Por eso debemos exponerlos al evangelio de Cristo, no sólo en el devocional familiar, sino cuando analizamos con ellos las cosas que ocurren a nuestro alrededor, o incluso cuando tenemos que disciplinarlos por causa de sus pecados.
El mensaje de la gracia de Dios en Cristo es un recordatorio de que nosotros también somos pecadores necesitados del perdón de Dios, lo mismo que nuestros hijos. Es por eso que los padres centrados en el evangelio acuden constantemente a la cruz a encontrar el perdón que sus pecados necesitan; y no tienen inconvenientes en pedir perdón a sus hijos cuando han sido testigos de nuestros pecados o afectados directamente por ellos. Es el mensaje de la gracia de Dios en Cristo lo que producirá en nosotros la humildad necesaria para una paternidad eficiente. Es imposible ejercer la paternidad a la manera de Dios cuando el orgullo nos gobierna. Este mensaje también es el aliciente que necesitamos para seguir adelante esperando en Dios, aun cuando las cosas no parecen estar funcionando, porque confiamos en Él y en el poder de Su Palabra. El mensaje de la gracia de Dios será nuestro refugio cuando veamos nuestras propias ineficiencias y debilidades como padres. El evangelio nos libra de la presión de querer ser padres perfectos, porque lo cierto es que no lo somos. La razón por la que Dios el Hijo se hizo hombre fue precisamente esa: no somos perfectos, somos pecadores; en nosotros mismos somos un costal de debilidades e imperfecciones… pero en la cruz de Cristo hay perdón y misericordia, y todo lo que necesitamos para seguir corriendo esta carrera día tras día, sabiendo que tenemos un tesoro en vasos de barro para que la excelencia del poder sea de Dios y no nuestra.
A final, hemos sido llamados para guiar a nuestros hijos a refugiarse en el único Padre perfecto, el cual entregó a Su Hijo perfecto, para que pecadores imperfectos pudiésemos ser adoptados en Su familia. El evangelio nos libra del temor a los hombres y de la idolatría que nos lleva a querer convertir a nuestros hijos en publicidad para nuestra paternidad. Nuestra identidad está en Cristo, no en la etiqueta que las personas nos pongan por causa de nuestros hijos. El evangelio nos recuerda la paciencia con la que Dios trata con Sus hijos en Su bendita gracia, y de la paciencia que nosotros debemos tener con los nuestros si queremos ser padres que reflejen la paternidad divina. Para ser padres que cumplen su llamado lo que necesitamos no son manuales de crianza, sino una comprensión cada vez más profunda del evangelio que impregne todas las áreas de nuestra vida. Que el Señor nos conceda en Su gracia poder criar a nuestros hijos con gracia, para guiarlos en dependencia del Espíritu de Dios a refugiarse en la gracia de Dios en Cristo
Añadir comentario
Comentarios