
Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sea removida, aunque los montes se trasladen al corazón del mar. (Salmo 46:1-2)
La fidelidad de Dios a menudo se siente más dulce cuando llena el vacío dejado por alguna pérdida. Dios está siempre presente, pero Su presencia puede sentirse más real, incluso palpable, cuando llegan las pruebas. Cuando la tierra debajo de nosotros comienza a ceder, Él se acerca aún más. No sólo presente, muy presente, especialmente presente, implacablemente presente… las diferentes pérdidas de nuestra vida son sólo el ensayo para el día en que por la muerte lo perdamos todo ”Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Los problemas y las pérdidas son oportunidades profundizar nuestra confianza en Su fidelidad, para prepararnos para días interminables sin problemas ni pérdidas.
El salmista usa imágenes terribles y aterradoras para describir los problemas que nos acechan en este mundo caído… cualquiera que haya vivido en este mundo, que está corrompido por el pecado, estará familiarizado con problemas y tristezas, algunos más que otros, pero sin duda todos lo hemos sufrido. Hemos visto las aguas intentar anegarnos y el fuego arder, hemos experimentado el temblor de dificultades financieras, problemas de salud, estrés en el trabajo, relaciones rotas, pérdida de seres queridos… La vida en la tierra, incluso en Cristo, resulta ser turbulenta y fatigosa más de lo que esperamos y seguramente más de lo que deseábamos. Pero la presencia y persistencia del sufrimiento y la tristeza no significa que no estemos a salvo, tampoco significa que no podamos tener gozo.
Dios es refugio y fortaleza, pero es mucho más que protección y poder para nosotros. Este Dios no solo te guardará y te librará, sino que te saciará. Incluso cuando la tierra tiembla y vienen las tormentas, aun a pesar de las circunstancias más hostiles Él hace que Sus hijos tengan gozo y paz que sobrepasa todo entendimiento. De hecho, cada dolor experimentado por la pérdida no es más que un recordatorio de que sólo Dios puede alegrarnos. Todo don bueno y perfecto proviene de Él (Santiago 1:17), y nos los da para que los disfrutemos (1 Timoteo 6:17), pero también para que aprendamos a disfrutar (Salmo 16:11). La alegría y el placer disponible para nosotros en esta vida, es una pequeña muestra comparada con el gozo eterno… pero, aun así, Él ha provisto para nosotros en su presencia plenitud de gozo y delicias para siempre.
En Cristo, saboreamos el verdadero gozo, en Cristo y sólo en Cristo tenemos preciosísimas promesas de un día en que no habrá dolor ni sufrimiento, un día en que el árbol de la vida estará disponible para sanidad de las naciones ¿Quieres que tus heridas sean sanadas? ¿Quieres alegría para enterrar tus años de tristeza? entonces planta tu vida junto al río de agua de vida (Juan 4:14). Pero hoy todavía no es ese día. Entonces, ¿cómo sobrevivimos a todo lo que aún podríamos sufrir?
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