Que tus heridas no te definan

Publicado el 4 de agosto de 2023, 3:29

Una facultad que tienen las heridas que sufrimos es que con el tiempo hacen que nos veamos de manera diferente, con una perspectiva distorsionada. Influenciados por la ira y el dolor, somos tentados a creer los comentarios negativos y cuestionar nuestro valor. Llegamos a culpamos por los males que otros nos han hecho. Cada vez que elegimos usar el lente de nuestras heridas para mirarnos a nosotros mismos, rechazamos la oportunidad de mirarnos a través de los ojos de Dios. Nadie más tiene la autoridad para definir quién eres: Él te creó y te formó en el vientre de tu madre, tu embrión fue visto por sus ojos (Salmo 139), por causa de Cristo has sido redimido (Gálatas 4:4-5), Él te amó y te escogió a pesar de no merecerlo (Romanos 5:8)… sea cual sea tu historia, el Señor del cielo y de la tierra anhela que te veas a la luz de lo que Él dice de ti y no a la sombra de lo que dicen tus experiencias.

Cuando seas herido, recuerda que ninguna ofensa es justa y que sin importar las razones detrás de la ofensa nada puede justificarla, y que a pesar de todo puedes confiar a Dios tu dolor. Puedes colocar a Sus pies tu dolido corazón con la certeza de que nadie mejor que Cristo puede entender y sentir el aguijón de tu quebrantamiento (Hebreos 4:15). Puede que las palabras y acciones que la gente nos lanza muchas veces sean como ladrillos destructivos que vuelan hacia nosotros. No podemos controlar si serán arrojados, y no podemos controlar cuanto nos lastimarán. Pero si es nuestra elección recoger esos ladrillos y llevarlos con nosotros, permitiéndoles que nos abrumen y acrecienten el daño que causaron. Las heridas son reales. Los ladrillos son reales. Cada uno representa un dolor profundo que puede ser difícil de dejar. Aun así, la amargura y la culpa ya no tienen que ser parte de tu historia… tu eres quien puede decidir dejar los ladrillos en el suelo y detener el daño. A veces, llevar los ladrillos con nosotros se siente más fácil porque crea la ilusión de una ira justificada. Pero nuestra ira no logrará nada excepto carcomer nuestros corazones con un peso que nos impedirá experimentar la vida y el gozo que Cristo desea para nosotros. La fe y el perdón son las únicas formas de dejar la carga. El perdón no es una elección fácil, pero es lo único que nos hará libres.

Cuando hemos sido lastimados profundamente, es difícil nosotros también herimos a otros con nuestras palabras y acciones, las personas que están heridas a menudo atacan a los demás. Al respecto Pablo escribe en: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino sólo la que sea buena para edificación, según la ocasión, para que imparta gracia a los que escuchan” (Efesios 4:29) Nuestras palabras deben estar llenas de gracia hacia los demás, aun cuando nos hayan hecho daño o nos hayan tratado malEs tentador lanzar palabras hirientes a aquellos que nos han lastimado, pero la gracia trae más curación que la venganza. Puede ser difícil dejar ir algo que te has arrastrado tanto tiempo, pero Cristo anhela cambiar nuestras cargas por libertad. Él quiere ayudarnos a salir de la oscuridad y traer sanidad a nuestro corazón. Cristo tiene mucho más para ofrecernos que los ladrillos que cargamos.

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