
¿Qué cualidades prepararán mejor a nuestros hijos para ser siervos eficaces de Cristo? Hay muchas relacionadas con el corazón, la mente y la constitución física. Entre ellas:
Ante todo, piedad. Deben amar fervientemente a Cristo y Su reino; consagrarse de corazón a Su obra y estar listos para negarse a sí mismos y sacrificarse en la obra a la cual Él puede llamarlos. Debe ser una piedad sobresaliente, “pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (Fil. 3:7). Una piedad tal que brilla y anhela vivir, trabajar y sufrir para Cristo es la primera y gran cualidad para inculcar en su hijo. Es necesario actuar eficazmente para Cristo en cualquier parte, en casa o afuera; en una esfera eminente o en una humilde. El Señor Jesús no tiene trabajo adaptado a los cristianos que viven en “un pobre estado moribundo” con el cual tantos se conforman. Es todo trabajo para aquellos que viven “en la gracia que es en Cristo Jesús” (2 Ti. 2:1) y están dispuestos y decididos a ser “fieles hasta la muerte” (Ap. 2:10).
Cualidades intelectuales. Es un error de algunos pensar que cualidades mediocres bastan para “la obra de Cristo”. ¿Han de contentarse los cristianos con éstas en los negocios del reino del Redentor, cuando los hombres del mundo no las aceptan en sus negocios? Tengamos cuidado de pervertir nuestra dependencia de la ayuda divina, confiando que la calidez de nuestro corazón compensa la falta de conocimiento. El mandato: “Amarás al Señor tu Dios con toda tu mente” se aplica tanto a la obra del Señor como al amor a Él. Su hijo necesita una mente bien equilibrada y cultivada, tanto como necesita un corazón piadoso. No permita que sus anhelos por hacer el bien, se vean frustrados debido a su negligencia en ofrecerle una educación intelectual. No estamos diciendo que a menos que sean universitarios serán inútiles en la obra de Dios, sino que los prepare para hacer frente a las mentalidades bajo el dominio del pecado en cualquier parte; provistos de cualidades intelectuales nada despreciables.
Cualidades relacionadas con la constitución física. Los intereses de la obra del Señor han sufrido ya bastante por el quebrantamiento físico y la muerte prematura de jóvenes que prometían mucho. No dedique un hijo débil, enfermizo al ministerio porque no es lo suficientemente robusto como para tener un empleo o profesión secular. Nadie necesita una salud de hierro más que los pastores y misioneros. “Cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo?” (Mal. 1:8). Usted tiene una hija a quien la Providencia puede llamar a los sacrificios de acompañar a su esposo a la vida misionera. No la críe dándole todos los caprichos, ni la deje caer en hábitos y modas que dañan la salud, ni que llegue a ser una mujer “que nunca la planta de su pie intentaría sentar sobre la tierra, de pura delicadeza y ternura” (Dt. 28:56), que queda librada a una sensibilidad morbosa o a un temperamento nervioso lleno de altibajos. ¿Se contentaría con dar semejante ofrenda al Rey de Sión? No; dedique “a Cristo y la Iglesia” sus “jóvenes que son fuertes” (1 Jn. 2:14) y sus hijas preparadas para ser sus compañeras en la obra y los sufrimientos en nombre de Cristo.
Escrito por: Edward E. Hooker
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