Nuestro deber al preparar la ofrenda que olvidamos dar

Publicado el 29 de octubre de 2023, 3:00

Hemos hablado de las cualidades que deben ser cultivadas en nuestros hijos, ahora hablaremos más particularmente de los deberes de los padres en educar a sus hijos e hijas para la obra de Cristo:

Ore mucho, con respecto a la gran obra que tiene entre manos. Para estas cosas, ¿quiénes suficiente?” (2 Co. 2:16), se pregunta usted. Pero Dios dice: “Bástate mi gracia” (2 Co.12:9). Manténgase cerca del trono de gracia con el peso de este importante asunto sobre su espíritu. La mitad de su trabajo ha de hacerlo a través de la oración. Si falla allí, fallará en todo lo que hace fuera de ella. Tiene que contar con sabiduría de lo Alto para poder formar siervos para el Altísimo. Esté en comunión con Dios respecto al caso particular de cada uno de sus hijos. Al hacerlo, obtendrá perspectivas de su deber que nunca podría haber obtenido por medio de la sabiduría humana y sentirá motivos que en ninguna otra parte se apreciarían debidamente. Sin duda, en el Día final se revelarán las actas de memorias de padres de familia cristianos con Dios, con respecto a sus hijos, que explicarán gozosamente el secreto de su devoción y de lo útiles que fueron. Se sabrá entonces más de lo que se puede saber ahora, especialmente en cuanto a las oraciones de las madres. Sea constante en la oración (Ro. 12:12).

Cultive una tierna sensibilidad hacia su responsabilidad como padre. Dios lo hace responsable por el carácter de sus hijos con relación a su fidelidad en usar los dones que le ha dado. Usted ha de “rendir cuentas” en el Día del juicio por lo que hace o no hace, para formar correctamente el carácter de sus hijos. Puede educarlos de tal manera que, por la gracia santificadora de Dios, sean los instrumentos para salvación de cientos, sí, de miles, o que por descuidarlos, cientos, miles se pierdan y la sangre de ellos esté en sus manos. No podemos desligarnos de esta responsabilidad. Debemos actuar bajo ella y encontrarnos con ella “en el juicio”. Recuerde esto con un temor piadoso, a la vez que “exhórtese en el nombre del Señor”. Si es fiel en su cámara de oración, encontrará la gracia para hacerlo. Y el pensamiento será gozoso, al igual que solemne: “Se me permite enseñar a estos inmortales a glorificar a Dios por medio de la salvación de las almas”.

Tenga usted mismo un espíritu devoto. Su alma debe estar sana y debe prosperar; debe arder con amor a Cristo y Su reino, y todas sus enseñanzas tienen que ser avaladas por un ejemplo piadoso, si es que a de guiar a sus hijos a vivir devotamente. Alguien le preguntó al padre de numerosos hijos, la mayoría de ellos consagrados al Señor: ¿Qué medios ha usado con sus hijos? A lo cual él respondió: “He procurado vivir de tal manera, que les mostrara que mi propio gran Propósito es ir al cielo y llevármelos conmigo

Empiece temprano la instrucción en la fe. Esté atento para ver las oportunidades para esto en todas las etapas de la niñez. Las impresiones tempranas duran toda la vida, aun cuando las posteriores desaparecen. Dijo un misionero americano: “Recuerdo particularmente que cierta vez, estando yo sentado en la puerta, mi mamá se acercó y se paró junto a mí y me habló tiernamente acerca de Dios y de asuntos relacionados con mi alma, y sus lágrimas cayeron sobre mi cabeza. Eso me convirtió en un misionero”. “Tuve una madre piadosa, siempre me daba consejos. Nunca me podía librar de ellos. Yo era un inconverso profeso, pero en aquel entonces, prefería ser un inconverso con compañía que estar solo. Me sentía desdichado cuando estaba solo. La influencia de los padres se aferra al hombre; lo acosa; se pone continuamente en su camino”. John Newton nunca pudo quitarse las impresiones que dejaron en él, las enseñanzas de su madre.

Escrito por: Edward E. Hooker

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