
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” Filipenses 4:4, 6 y 7
Erróneamente se cree que Satanás ama el sufrimiento, que es su arma preferida contra nuestra fe. Pero, aunque lo disfruta y trata de sacar el máximo provecho de ello, lo cierto es que Satanás secretamente odia el sufrimiento. Simplemente ha visto que atrae a demasiada gente más cerca de Cristo. Él ha observado, durante miles de años, cómo Dios ha tomado todo lo que él quiso para hacer un mal terrible y lo ha transformado en un bien innegable (Génesis 50:20).
El apóstol Pablo, por ejemplo, fue encarcelado una y otra vez, golpeado con varas, calumniado por sus enemigos, azotado con latigazos cinco veces, apedreado casi hasta la muerte, a menudo privado de alimento, agua, refugio, y sueño — “en peligros de ríos, peligros de salteadores, peligros de mis compatriotas, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos” (2 Corintios 11:26, LBLA), y sin embargo siempre regocijándose. Este embajador de Cristo en cadenas podía escribir desde la soledad, la injusticia, y la angustia de su celda, “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4).
El rey David fue expulsado de su casa por la traición y el amotinamiento, y tuvo que correr por su vida en el desierto, y sin embargo pudo escribir: “Como con médula y grosura está saciada mi alma; y con labios jubilosos te alaba mi boca” (Salmo 63:5-6) mientras su vida era amenazada por un ejército, su alma estaba satisfecha por lo que los ojos de su corazón todavía podían contemplar: su Dios. Dios se ve tan magnífico, en el desierto del versículo 1 como lo hace en la mesa del banquete del versículo 5 — “Como con médula y grosura está saciada mi alma” Nuestra desesperación por Él en los días más duros lo glorifica tanto en cada aspecto, e incluso más, que nuestro deleite en Él cuando todo está bien. Podemos esperar ver más de Él cuando tengamos menos a lo que aferrarnos aquí. Satanás odia nuestro sufrimiento cuando: enfrentamos el hambre, la necesidad y lo peor con contentamiento (Filipenses 4: 11-12); cuando atesoramos lo que nuestros sufrimientos pueden producir en nosotros (Romanos 5:3-4; Santiago 1:2- 4), y para nosotros (2 Corintios 4:17); cuando nos regocijamos en la probada autenticidad de nuestra fe, refinada a fuego, más preciosa que el oro fino (1 Pedro 1 :6-7).
Cuando el sufrimiento comienza a servir a nuestro gozo y no a deshacerlo. Dios puede construir un santuario resplandeciente y refrescante en el desierto. Él convierte nuestros desiertos en lugares para explorar y expresar mayores profundidades de deleite en Él. En lugar de ser una amenaza al verdadero gozo, a menudo nuestro sufrimiento es un medio para lograr aún más gozo.
Oración: Señor Dios Omnipotente levanto en esta hora mi voz para exaltar y magnificar tu gloria, oh Señor cuán maravilloso y refrescante es poder contemplar tu majestad en medio del dolor y la aflicción, hoy mi alma se regocija porque cercano estás tú de mí congoja, mis labios te adoran porque eres grande y tú poderosa mano sustenta y fortalece mi alma, ciertamente hubiera yo desmayado sino supiera que veré tu gloria, sino tuviese la certeza de que en ti está el poder para hacer cosas mucho más abundantemente de lo que he deseado o pedido en tu presencia. Amén
Añadir comentario
Comentarios