
La forma en que tratas a las personas el lunes es la prueba de la autenticidad de tu adoración del domingo. Israel decía a Dios, “¿Por qué hemos ayunado, y tú no lo ves?” (Isaías 58:3) a lo que Dios responde, “He aquí, en el día de vuestro ayuno buscáis vuestra conveniencia y oprimís a todos vuestros trabajadores.” Y luego Dios pregunta, “¿Acaso es éste el ayuno que yo quiero?” en otras palabras un ayuno de este tipo no es aceptable. Pero ¿Por qué este ayuno era inaceptable para Dios? ¿Qué hay de malo en ello? Ellos ayunaban para que Dios les concediera lo que deseaban, se humillaban externamente y aparentemente golpeaban su carne, sin embargo, el pecado que practicaban seguía intacto en sus vidas. El verdadero ayuno, el que agrada a Dios es el que incluye un ataque contra nuestro pecado. Independientemente de las otras razones de nuestro ayuno debemos ayunar por nuestra propia santidad. No podemos ayunar por el favor de Dios si vivimos en pecado conocido por nosotros mismos… y esto no sólo con el ayuno, con toda forma de adoración, no podemos alardear delante de Dios sobre nuestras muestras de devoción si ninguna de ellas incluye un ataque contra nuestro propio pecado. Y lo que enfatiza este texto es que nuestras acciones posteriores son la prueba de si realmente queremos arrancar el pecado de nuestras vidas y, por lo tanto, de si nuestro ayuno, oración y culto del domingo o cualquier otro día son auténticos. Si somos sinceros el domingo en nuestra oposición fervorosa a nuestro pecado, el lunes lo combatiremos con acción. Puede que no tengamos todo el éxito que nos gustaría, pero lucharemos contra nuestro pecado el lunes y el resto de días si el ayuno y el culto de domingo fue sincero.
Si hay una fuente de pecado sin resolver en tu vida y estas ayunando por otras cosas—alguna bendición, alguna sanidad—Dios también te dirá “El ayuno que quiero es que resuelvas ESE pecado.” Isaías 58:5 dice que ayunaban y “se humillaban.” Ellos se afligían con hambre, eran conscientes del pecado que cometían, como también lo somos nosotros en algún momento, pero este pueblo no deseaba abandonar aquel pecado, por tanto, su ayuno solo era una cobertura religiosa de este pecado y no un ataque directo contra el pecado. Puede que pensaran que un poco de piedad haría que el pecado no importe demasiado. La enseñanza para nosotros es la misma, tal vez no pequemos del mismo modo que ellos lo estaban haciendo en ese momento, pero eso no nos hace menos susceptibles a caer en la misma hipocresía religiosa, somos prontos a ignorar nuestro pecado y a multiplicar nuestras expresiones públicas de adoración creyendo que con ello borraremos aquella maldad, es necesario que entendamos y tengamos siempre presente: Dios no puede ser burlado, Cristo se dio en la cruz para hacer lo que nuestras obras no pueden hacer, nuestro culto racional es renovar cada día nuestro entendimiento por medio de la Palabra de Dios para que entonces nuestras obras sean un sacrificio vivo, Santo y agradable a Dios, si esto no sucede en vano ayunamos, en vano vigilamos, en vano oramos y suplicamos.