Y si Dios me quita todo... ¿Él sería suficiente para mí?

Publicado el 17 de mayo de 2024, 3:33

Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” Jeremías 2:13

Aunque Dios nos ordena que vivamos sabiamente con lo que nos confía, en última instancia nos pide que confiemos en Él sobre todas las cosas y a pesar de toda circunstancia. Si deseamos las comodidades terrenales más de lo que deseamos a Dios, y tememos a las pérdidas terrenales más de lo que tememos a Dios, probablemente nuestras decisiones y planes se basen en lo que consideramos que va a mantener nuestras vidas más cómodas, pero esto es una trampa porque nada hay que podamos atesorar en esta vida que pueda superar el privilegio de tenerle a Él como la fuente de nuestra satisfacción, sólo Dios puede lograr satisfacer a nuestra alma, que sin Él vagará probando cisterna tras cisterna y nunca estará saciada. Visto de este modo es posible decir que el mayor bien que Dios puede otorgarnos es Él mismo, y si para proveernos de tal bien Él tiene que volcar los planes que tenemos para nuestras vidas o eliminar los medios terrenales a los que nos aferramos para encontrar la comodidad y seguridad en este mundo, bueno es para nosotros que Él nos ame lo suficiente como para hacerlo, de otro modo ¿Cómo podríamos atesorarle si nuestro tesoro es otro?

Dice Deuteronomio 5:29 ¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!” vivir de acuerdo al plan de Dios es lo único que podrá garantizar que construyamos un legado que perdure cuando ya no estemos, respecto a esto es bueno preguntarnos ¿Acaso estoy trabajando mucho por la comodidad de mi familia, pero nunca estoy allí para dedicar tiempo a su desarrollo espiritual y emocional? Debemos planificar y administrar bien, pero… si Cristo decide quitárnoslo todo, ¿sería Él aún suficiente para nosotros? Él es el tesoro más grande que el hombre puede hallar, y a veces, el costo es perderlo todo en esta tierra para verdaderamente llegar a creer esto con cada célula de nuestro ser. Por tanto, cuando todos nuestros planes resulten tal y como lo hemos planeado, tengamos cuidado de no depositar nuestra seguridad y alegría allí. Atrevámonos a pedir con valentía al Señor, para que, en cualquier circunstancia, podamos mantenernos dependientes de Él y dispuestos a glorificarlo. Seamos lentos para juzgar a aquellos que están en problemas, y rápidos para ver cómo la gracia de Dios nos ha provisto inmerecidamente a nosotros abundantemente para Sus propósitos.

Pero, puede que tu realidad sea otra, es posible que todo por lo que duramente has trabajado esté tambaleando, o estás viviendo con la carga de un futuro incierto, toma tu corazón y confíalo a Aquel que conoce tus necesidades y que es fiel para proveer. Que esta época quizás para ti “la más difícil” sea para que puedas ver y saborear un mayor deseo y amor por Cristo, conforme te vayas apoyando en Él para tus necesidades presentes y futuras. Ten cuidado de caer en el resentimiento o envidia hacia otros que aparentan tener mayor comodidad. Tu intensa época de necesidad puede ser el mayor regalo de gracia que Dios pueda darte para Sus eternos propósitos.

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