
“Y si en verdad hubieran estado pensando en aquella patria de donde salieron, habrían tenido oportunidad de volver. Pero en realidad, anhelan una patria mejor, es decir, celestial” Hebreos 11:15-16
Hermanos, este pasaje nos confronta con una pregunta fundamental sobre nuestra fe. La fe que salva no es solo una creencia superficial; es una visión que anhela el futuro prometido que Dios ha preparado para nosotros. Hay muchas personas que diluyen lo que realmente significa la fe salvadora, convirtiéndola en una mera decisión que no genera cambio alguno en sus deseos o en sus anhelos. Pero el mensaje contundente que encontramos en Hebreos es que vivir y morir por fe nos transforma radicalmente y nos da nuevos deseos, nuevas satisfacciones. Fijémonos en el versículo 14, donde se nos dice que los santos de antaño, aquellos de quienes el escritor de Hebreos habla con tanto respeto, buscaban una patria distinta de los gozos fugaces que este mundo les ofrecía. Ellos anhelaban algo mejor que la existencia terrenal, buscando un hogar celestial que solo Dios podía proporcionar. Estaban tan profundamente aferrados a su fe que entendían que su paso por esta vida era simplemente temporal.
Hermano, hermana, hablemos claro: no podemos evadir nuestra peregrinación por esta tierra. Es un camino que debemos recorrer, pero el verdadero creyente no se deja atrapar por las distracciones de la vida. No se entretiene ni se ancla a las cosas efímeras de este mundo; su mirada permanece fija en lo eterno, en esa patria celestial a la que realmente pertenece. Esta es la auténtica fe que salva: es mirar las promesas de Dios desde lo lejos y permitir que ese horizonte nos transforme. Es un cambio en nuestros valores y en nuestros deseos, donde anhelamos y buscamos lo que Dios ha prometido por encima de las ilusiones que el mundo presenta. Muchos tienen una fe errada, una fe que solo cree en las bendiciones inmediatas de esta vida, olvidando la excelencia gloriosa que Cristo ha comprado para aquellos que creen: el derecho de vivir eternamente en la patria celestial. Oh Iglesia, que hoy podamos alinearnos con esa verdad, buscando lo que verdaderamente importa y poniendo nuestra esperanza en el reino por venir.
Oración: Señor amado grande es Tu paciencia y buena voluntad para con nosotros que fácilmente somos deslumbrados por lo que esté mundo ofrece como si fuese lo más excelso, teniendo ojos somos ciegos incapaces de ver lo que es verdadero… pero Tú muestras Tu amor para con nosotros creando en nosotros lo que por naturaleza no tenemos, y hoy te doy gracias por ello y te ruego aumenta en mí el querer como el hacer de tu buena voluntad en mí vida, que yo pueda desear y buscar lo que Tú has prometido por encima de lo que este mundo ofrece. Amén
Añadir comentario
Comentarios
Amen.
Amén 🙏🙏🙏