El gran ahora

Publicado el 9 de junio de 2025, 4:04

“Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros Su rostro para no oír” Isaías 59:2

La necesidad que arde en cada corazón y en todo el mundo es sólo una: ¡el pecado! Romanos 3:23 proclama que “por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”. Sin excepción, sin distinción, todos hemos sido conquistados por el pecado. No hay quien busque la justicia y la verdad, sino que todos por naturaleza somos prontos para pecar, para meditar en la iniquidad y para estar en constante lucha con Dios y con nuestro prójimo. Pero, ¿qué significa estar destituidos de Su gloria? En Romanos 1:18, Pablo nos dice que “la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que detienen con injusticia la verdad”. La humanidad, por naturaleza, suprime la verdad de Dios en su corazón, en su injusticia. En ese acto, cambiamos la gloria del Dios vivo por imágenes, ídolos de nuestro propio deseo y vanidad. Es un terrible desvío: abandonar a Dios, nuestro mayor tesoro, y sustituirlo por algo pasajero, por algo que no puede dar vida ni gloria eterna. Eso es el pecado: una traición que deshonra la gloria de Dios y la reemplaza con lo creado.

Pero, ¡qué doloroso es entender que el pecado no se trata principalmente de dañar a otros — aunque ello suceda — sino de menospreciar, de despreciar, de rechazar a Dios y Su gloria! Es una ofensa contra Su valor supremo, un trueque vil de Su belleza por cosas efímeras y sin valor eterno. Dios diseñó la creación para reflejar Su gloria y para que la miremos, la amemos, la disfrutemos y la reflejemos en la tierra. Cuando rechazamos esa gloria, destruimos Su hermoso plan, y el caos y la miseria se extienden en el mundo y en nuestras vidas. El problema es de enormes proporciones: todos hemos cambiado la gloria de Dios por cualquier otra cosa y, en esa rebelión, hemos llegado a una condición deplorable. Pero aquí entra la buena noticia: el Dios que ha visto nuestros caminos y ha conocido todas nuestras iniquidades también a dicho: Yo les sanaré, les pastorearé y les daré consuelo. Dios, en Su misericordia, ha hecho lo impensable al ver que ninguno de nosotros podría salvarse a sí mismo o salvar a otro. Él tomó toda la responsabilidad de venir y obrar nuestra salvación. La cruz, el mensaje de la gracia, revela que podemos ser justificados gratuitamente por Su gracia, por medio de la fe en Él.

Si te preguntas ¿cómo podemos estar en paz con un Dios que hemos despreciado? la respuesta es: sólo a través de la obra redentora de Cristo. La gracia gratuita de Dios, la justicia que se nos ofrece sin mérito, nos reconcilia. Romanos 3:24 afirma: “siendo justificados gratuitamente por Su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. Por eso, en medio de nuestra rebelión, surge una esperanza incalculable: Dios nos invita a buscarle mientras pueda ser hallado, a llamarle en tanto que está cercano…  a ser restaurados y a vivir en Su gracia antes que sea tarde, eternamente tarde. Es tiempo de responder, de reconocer que sin Él estamos perdidos, es tiempo de venir a Él con una fe humilde y en arrepentimiento para que de Él recibamos vida y perdón sin costo ¡No menosprecies la gracia de Dios! Éste es el momento de rendirte, de aceptar que solo en Cristo está la vida y por ello la gloria de Dios será la luz que guíe cada uno de tus días y la razón de tu esperanza eterna.

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Comentarios

Shirley García
hace un mes

Amén, amén

Yamileth
hace un mes

Amén.

Shirley García
hace un mes

Amén, amén