
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?” Lucas 10:27-29
Para responder a la pregunta ¿Quién es mi prójimo? El Señor relato la parábola del Buen Samaritano a modo de ilustración, y a partir de esto nosotros podemos decir que el prójimo de alguien es todo aquel basado en el amor, y no en la obligación o la culpa, hace misericordia con todo aquel que esta pobre y quebrantado, tal como Cristo lo ha hecho con nosotros.
Cuando Jesús dice que nuestro prójimo es aquel que muestra misericordia, nos está invitando a entender que el amor en acción va mucho más allá de los sentimientos o las obligaciones sociales. El prójimo, en esencia, es cualquier persona que, en medio de su sufrimiento o necesidad, cruza nuestro camino y a quien podemos y debemos responder con misericordia. No importa si esa persona se parece a nosotros o no, ni si su piel, sus creencias o su historia de vida pasada, presente o futura es diferente a la nuestra. La verdadera pregunta, y lo que realmente importa, es: ¿tengo el corazón dispuesto a ser prójimo? Iglesia, todos hemos transitado por el camino a Jericó, ese camino de la vida lleno de dificultades: problemas emocionales, enfermedades, conflictos, adicciones… Todos, en algún momento, hemos sido heridos o hemos visto a otros caer. La pregunta que debemos responder desde el corazón es: ¿será la compasión más fuerte que la conveniencia? ¿Nos gobernará la misericordia y la ternura, aun cuando nos pueda costar recursos, tiempo o comodidad? Es fácil pensar en ayudar solo a quienes nos son cercanos o quienes nos benefician. Pero Dios nos llama a una misericordia activa, que no elige por prejuicios o por conveniencia, sino que responde desde el amor auténtico. Como dice Salmo 23:6, “ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida” ¡Iglesia es una carrera! Una carrera a la que debemos unirnos, aun cuando el camino sea difícil y exigente. Porque, ¿qué implica ser prójimo en nuestra vida diaria? Significa estar dispuesto a humillarnos, a abrir nuestro corazón, a dar lo que tenemos, aunque no sea mucho, y a hacer lo que está a nuestro alcance para aliviar el sufrimiento de otros.
Y cuando pensamos en esa misericordia, recordamos la historia más grande y hermosa: la de Jesús, nuestro prójimo supremo. Él vino a caminar en este camino por el que transita gente herida, quebrantada, perdidos en el pecado y la ignorancia. En Su amor, se hizo carne, habitó entre nosotros, cargó nuestros dolores y heridas. Fue Él quien derramó Su aceite y vino para curarnos, el que vendó nuestras heridas con Su sacrificio en la cruz. Hasta que, en Su amor incomprensible, nos convirtió en hijos del Padre, revestidos de justicia. ¡Qué gloriosa gracia nos ha alcanzado! Pero no se queda allí. Ahora, Él nos llama a ser prójimos en Su nombre. A reflejar Su amor con acciones concretas, con misericordia activa. No basta con sentir compasión; debemos vivirla. No basta con reconocer a nuestro prójimo; debemos acercarnos y ayudarle, sin prejuicios, sin condiciones, sin contar lo que invertimos, sino confiando en que, cada acto de misericordia, estamos mostrando a Cristo a ese que está herido a Cristo y agonizante por causa de su necesidad de Dios ¿Quién mejor que nosotros: mendigos que hemos hallado el pan de vida para indicar a otros mendigos dónde hallarlo? Por eso, no pongamos un límite a quién puede ser nuestro prójimo. La verdadera cuestión no es “¿quién merece mi ayuda?”, sino “¿a quién puedo ayudar hoy?” Porque la gracia que hemos recibido en Cristo es la misma que nos impulsa a no seguir derecho en nuestro camino seguro y arriesgarnos por otros, incluso si cuesta, incluso si nos despojan de nuestras comodidades.
Querido hermano, hermana, hoy te invito a que hagas una pausa en tu camino y te preguntes: ¿Quién es mi prójimo hoy? y, sobre todo, ¿cómo puedo, en esta hora, mostrar ese amor que salva, que restaura, que transforma? Porque no simplemente buscamos la vida eterna, sino que, a través de nuestras acciones, evidenciamos que ya la poseemos, que Cristo vive en nosotros y que Su amor fluye en nuestro corazón. Que no se nos pase la oportunidad de ser un reflejo vivo del amor misericordioso de Cristo, que se hizo nuestro prójimo para salvarnos, y ahora Él nos llama a ser prójimos de otros, sin disculpas, sin prejuicios, con un amor que todo lo puede.
Oración: Padre amoroso, en Tu presencia nos humillamos y reconocemos que necesitamos de Tu gracia para amar como Tú amas. Gracias por mostrarnos en a través de Tu Palabra qué significa ser prójimo, y por llenar nuestros corazones con su misericordia infinita. Oh Señor haz lo que sea necesario, para que podamos responder con acciones, con ternura y con sacrificio a quienes cruzan nuestro camino. Ayúdanos a dejar a un lado prejuicios, comodidades y miedos, y a ser instrumentos de Tu amor en un mundo herido. Que Tu misericordia nos guíe y nos transforme, y que cada acto de amor sea una declaración de que hemos recibido vida eterna en Cristo. En su nombre oramos, para que en nosotros se refleje Tu amor y podamos cumplir Tu voluntad. Amén
Añadir comentario
Comentarios
Amén.