Amados hasta el fin

Publicado el 5 de septiembre de 2025, 3:59

“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado Su hora de pasar del mundo al Padre, habiendo amado a los Suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin Juan 13:1

En un mundo que constantemente evidencia afecto pasajero y promesas volubles, la Palabra de Dios nos confronta con un amor que trasciende la experiencia humana: el amor de Cristo. Pero ¿Qué significa ser amado por Cristo?

No es una cuestión meramente sentimental. Al igual que Pablo, podemos aprender a identificar en ese amor una fuerza que controla, libera y redirige nuestra existencia. Pablo no decía que su amor por Cristo era perfecto; decía que estaba convencido de que Cristo lo amaba y que ese amor era el motor de su vida. Esa convicción no dejó a Pablo exento del dolor ni de la persecución; lo que hizo fue convertir incluso las pruebas en oportunidades para experimentar la fidelidad de Aquel que lo amó primero. “El amor de Cristo nos constriñe”, escribió, y esa constricción no es una prisión, sino un irresistible impulso hacia la verdad, la santidad y la obediencia. La experiencia de ser amado por Cristo es, en la escala humana, indescriptible. Es un amor que se manifestó no solo en palabras, sino en acción: en vida, en muerte y en resurrección. Cristo nos amó cuando la vida parecía fácil y el costo era alto. Nos amó con paciencia, tolerando nuestras fallas y, a la vez, llamándonos a una vida de integridad y fe. Este amor no cambia con las estaciones; no es una emoción que se desvanece ante la dificultad. Es un amor que permanece, que se entrega de manera total, que llega hasta el endurecimiento de nuestro sufrimiento para mostrar la gloria de la gracia.

La experiencia de ser amados por Cristo nos da una confianza inquebrantable frente a las pruebas. Cuando el mundo nos presenta amenazas, cuando sentimos el peso del dolor, cuando la aflicción parece cercarnos, no podemos dudar de que somos amados. Porque Aquel que anticipó cada detalle de nuestra vida y dio Su vida por nosotros no nos abandona en la tormenta. El amor de Cristo nos habilita para enfrentar la adversidad con dignidad y esperanza, sabiendo que ninguna tribulación puede separarnos de Su abrazo eterno. Este amor no es solo para tiempos de prosperidad; Su intensidad se demuestra también en la cruz. Cristo nos amó en la vida y nos amó en la muerte, entregándose para nuestra redención. Su amor no fue complaciente sino sacrificial: en palabras, en pan, en carne y en sangre. Y es este sacrificio el que nos invita a responder con una vida que refleje Su amor: arrepentimiento, fe, obediencia y servicio. Un amor que es una presencia que gobierna hábitos, relaciones y prioridades, que nos llama a vivir para la gloria de Dios y el bien de nuestros semejantes.

Amada Iglesia, medita diariamente en el hecho de que Cristo te ama hasta el fin, y que ese amor es la base de tu identidad y tu propósito. Permite que ese amor modele tus decisiones: en el trato con la familia, en el trabajo, en la iglesia. En medio del sufrimiento, recuerda que el amor de Cristo no te abandona; confía en Su fidelidad y deja que esa confianza te fortalezca para perseverar. Porque nuestro propósito no es meramente explicar un concepto teológico, sino invitar a una experiencia de fe: creer que el amor de Cristo es estable, que es suficiente y que es el motor para una vida que quiere salir de sí misma para vivir para la gloria de Aquel que nos amó de tal manera.

Oración: Señor Jesús, gracias por amarnos con un amor que no se agota, que no se desvanece ante la prueba y que nos llama a vivir para Ti con valentía y gozo. Ayúdanos a anclar nuestra identidad en ese amor eterno, a dejar que transforme nuestros hábitos, nuestras palabras y nuestras prioridades, y a responder con fe, arrepentimiento y servicio. Que cada día midamos nuestra existencia por la medida de Tu amor, y que Tu Espíritu fortalezca nuestra perseverancia para vivir de acuerdo a esa verdad, para glorificarte en toda nuestra vida y para revelar a otros la grandeza de Tu gracia. Oh Señor, concédenos poder comprender con todos los santos cuál es la altura y la profundidad y la longitud y la anchura y conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento para que podamos ser llenos de toda la plenitud de Dios. Amén

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Comentarios

Shirley García
hace un mes

Amén