“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” 1 Corintios 10:31
A veces pensamos que la gloria de Dios se manifiesta principalmente cuando hacemos grandes obras o cuando resistimos la adversidad. Pero la enseñanza clave aquí es que Dios es más glorificado cuando nuestro gozo está en Él, cuando la satisfacción de nuestro corazón está anclada en Su grandeza y no en los dones que Él nos concede. En este marco, cada acción cotidiana —comer, beber, trabajar, aconsejar— puede ser un acto de adoración si nace de la convicción de que el verdadero deleite se halla en Dios y que esa alegría es, de hecho, parte de nuestra obediencia. No se trata de una frialdad moral, sino de una delicia profunda que transforma la motivación y la manera de hacer las cosas. El verdadero cristiano aprende a vivir como quien sabe que la gloria de Dios es la prioridad que da sentido a cada detalle de la vida, incluso a aquellas tareas aparentemente simples.
La Escritura no presenta el deleite en Dios como un añadido opcional; es un mandato que recorre toda la experiencia de fe. Deléitate en el Señor no es una sugerencia (Salmo 37:4). Del mismo modo, se nos llama a servir al Señor con alegría, y a regocijarnos en Él en todo tiempo (Salmo 100:2; Filipenses 4:4). Este llamado no niega la realidad del dolor ni la dificultad; por el contrario, sitúa esas experiencias en un marco más amplio: la misericordia del Señor es superior incluso a la vida, y esa verdad debe alinear nuestros anhelos. Cuando la gloria de Dios ocupa el trono de nuestro deseo, descubrimos que la verdadera satisfacción no es el disfrute de los dones, sino la grandeza del Dador. En esa búsqueda de la intimidad con Dios, el corazón encuentra su descanso definitivo, y las circunstancias externas pierden su poder para afectarlo. Por eso el salmista exclamó: "¿A quién tengo en los cielos sino a ti? Y nada hay en la tierra que desee fuera de ti. Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre" (Salmo 73:25-26). Esta oración inspirada por el Espíritu Santo revela que la búsqueda de bienes temporales nunca remplaza a la Persona de Dios; sólo Él puede sustentar un anhelo que resiste las pruebas.
La consecuencia práctica es clara: obedecemos con gozo, creemos con plenitud y agradecemos en todo, especialmente por la obra redentora de la cruz. Amar a Dios no consiste solamente en obedecer principios, sino en saborear la comunión con Él hasta que esa relación se convierta en la fuerza que impulsa cada decisión. Aunque en este lado de la eternidad nadie alcanza la perfección de esa satisfacción, la vida cristiana se orienta hacia un clamor que no cesa: "Una cosa te he pedido Señor, y esta buscaré; que esté en Tu casa todos los días de mi vida, para contemplar Tu hermosura del Señor, y para inquirir en Tu templo” (Salmo 27:4) En la consciencia de Su presencia, nuestras prioridades se ordenan correctamente y la experiencia de la gloria de Dios se vuelve el combustible de una vida que distingue el carácter del creyente frente a un mundo que no entiende la melodía de la fe.
Oración: Amado Señor, Te suplicamos que, por Tu gracia, nos otorgues un corazón que no se conforme con nada menos que Tu gloria. Que cada acción, por pequeña que sea, sea una declaración de que Te amamos más que a las cosas creadas y que la alegría que encontramos en Ti es la fuerza que dirige nuestra vida. Ayúdanos a obedecer con gozo, a creer Tu Palabra con totalidad y a agradecer, especialmente por la obra de la cruz, sabiendo que allí se reveló la mayor misericordia y la mayor verdad. Que, al mirar hacia Ti, encontremos descanso para nuestra alma, y que nuestras vidas, llenas de fe y amor, señalen a Cristo como el único Dador de toda bendición. Amén
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Comentarios
Señor sigue llenando nuestras almas de tu amor y que con regocijo actuemos para tu gloria amén 🙏🙏
Ayúdame a vivir de esta manera siempre mi señor.