Vida que nace de la muerte

Publicado el 14 de octubre de 2025, 5:07

“De cierto, de cierto os digo, que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” Juan 12:24-25

La enseñanza central de este pasaje no es meramente una invitación a morir por morir, sino una llamada a entender que la vida que damos a otros nace de una vida que ya fue entregada en Cristo. Cuando Jesús habla de que el grano de trigo debe caer en tierra y morir para dar fruto, no está pensando en una muerte abstracta, sino en una muerte transformadora que redefine cada aspecto de nuestra existencia. Quien ama su vida la pierde, pero quien aborrece su vida en este mundo, la conservará para vida eterna. Esta es una inversión de prioridades: la verdadera seguridad no está en conservarse a uno mismo, sino en perdernos a nosotros mismos en la medida en que tenemos comunión con Aquel que dio Su vida por nosotros. La pregunta que surge al considerar estas palabras es profunda y personal: ¿qué tiene que morir en mí para que yo pueda cumplir con el llamado a ser padre, esposo y un creyente fructífero? ¿Qué debe morir en nosotros como creyentes para que la iglesia crezca en su fruto espiritual?

Hay una realidad innegable para todo creyente: si en verdad has creído ya has muerto con Cristo y ahora vive Cristo en ti, así es como te ve Dios. Cada creyente verdadero fue crucificado juntamente con Cristo; mi yo, mi viejo hombre murió en esa cruz. Pero mi nuevo hombre está atado a un cuerpo de muerte que pretende arrastrarlo hacia lo que no conviene (Romanos 7:24), ese cuerpo de muerte debe ser mortificado cada día para que ya no sirva más al pecado, por ello Cristo dijo: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23) es claro entonces, que estar en Cristo no indica que la batalla con el pecado ha acabado, pero si nos garantiza que la victoria es segura por ello Pablo después de gemir por causa de su miseria levanta su voz para decir: ¡Gracias doy a Dios por Cristo! (Romanos 7:25) Él ha comprado para Su iglesia: justificación, santificación y glorificación, pero aún existe una lucha experiencial en el alma de cada creyente entre lo ideal del vivir cristiano (Romanos 8:1-39) y la realidad presente de ese vivir (Romanos 7:14-24), esta es la experiencia de los creyentes en este lado de la eternidad, si perdemos de vista esta realidad caeremos en el desánimo, pero tomarla con simplicidad y costumbre puede arrastrarnos a la hipocresía y el conformismo… es normal que haya oposición en nuestra carne, pero podemos vencerla cada vez que se levante a oponerse a los deseos de ese nuevo hombre creado en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10).

Por ello Pablo nos exhorta a que “nos consideremos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (Romanos 6:11). En otras palabras, la experiencia de la muerte con Cristo no es únicamente un concepto teológico; estamos llamados a vivir de acuerdo con esa realidad, a demostrar con nuestra vida que hemos pasado de la muerte a la vida, y a confiar en las promesas de Dios por encima de cualquier impulso natural. Por eso surge la tarea de examinarnos detenidamente: ¿hay áreas en mi vida que requieren muerte para que pueda experimentar más plenamente mi identidad en Cristo? ¿Estoy permitiendo que viejos hábitos persistan cuando Dios ya los declaró muertos en mí cuando fui unido a Cristo? ¿Qué estoy atesorando de mi vieja vida que me impide que me impide hoy producir fruto en Cristo? Que el Espíritu Santo nos revele con claridad esas cosas y nos capacite para obedecer, para hacer morir lo que debe morir y para vivir en la libertad que proviene de la fe en Cristo.

Oración: Señor Jesucristo, te agradecemos por haber muerto en lugar nuestro para que podamos vivir para Ti. Ayúdanos a reconocer, día tras día, aquello que debe morir en nuestra conducta, en nuestras prioridades y en nuestra manera de amar, para que la vida en nosotros refleje Tu vida resucitada. Que cada cosa que hagamos como padres, esposos y creyentes sea fruto de la unión contigo, y que como iglesia demostremos con honestidad y humildad, que hemos sido crucificados con Cristo y que ya no vivimos nosotros, sino que vive Cristo en nosotros. Renueva nuestro deseo de obedecer por el Espíritu, y fortalece nuestra esperanza de la gloria por venir. Amén

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Comentarios

Yesse
hace un mes

Obra ho Señor, en mi vida.
Ayúdame a perseverar para poder llevar tu Gloria a otros, gracias señor por Cristo, porque sin Cristo estamos muertos eternamente, danos Señor tu Gracia para tu Gloria y mi bien.