“Jesús le dijo: hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” Lucas 19:9-10
Dios llama a Su pueblo a valorar el reino por encima de las posesiones, y el pasaje de hoy ilustra de manera contundente cómo la salvación opera en el corazón cuando la confianza ya no está en lo material sino en la gracia de Dios.
En este pasaje, Zaqueo, el recaudador de impuestos adinerado, recibe a Jesús en su casa. En medio del compartir Zaqueo de repente se pone de pie y dice en voz alta: “Señor, la mitad de mis bienes se los doy a los pobres y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lucas 19:8) que loco cierto ¿Zaqueo y que quedará para ti? Lo hecho por él no es una compra de la salvación, sino una confirmación de que la salvación ha llegado a su casa… el corazón de Zaqueo ardía ahora en necesidad de tener una conciencia limpia para Aquel que ahora era su Señor y no eran sus posesiones las que le iban a impedir hacerlo. La enseñanza de este acontecimiento no se reduce a un acto de desprendimiento aislado, sino que demuestra que la salvación transforma el corazón y altera radicalmente la relación con el dinero. Y que es como Cristo una vez dijo: donde está el corazón, ahí está el tesoro del hombre: nuestra relación con el dinero revela si uno ama al reino o si aún se aferra a las riquezas. El reino, es el verdadero tesoro que permanece, mientras que la seguridad terrenal inevitablemente se deshace.
El camino hacia ese reino implica enamorarse del Rey, renunciar a la idolatría de las cosas y adoptar una vida enfocada en la misión de la proclamación del reino. Esto se ve claramente en la interacción con el joven rico: “Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo, y ven y sígueme” (Lucas 18:22) ¿Es acaso esto una prescripción para todo aquel que quiera seguir a Cristo? no, sino para todo aquel que tenga un amor idolatra hacia la riqueza, y la observación que Cristo hace de la decisión del joven rico debería hacer temblar nuestro corazón (Lucas 18:24) ¡Qué difícil es para los que tienen un amor idolatra por las riquezas entrar en el reino de Dios!. Ante la pregunta de los discípulos, “¿Quién podrá ser salvo?”, Jesús responde: “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lucas 18:27). En otras palabras: la conversión es la obra de Dios que cambia el corazón y nos libera de la esclavitud de la vanagloria de las cosas para que podamos abrazar la gracia del reino.
La vida cristiana, lejos de ser una simple reducción de gastos, es una reorganización radical de prioridades: vender posesiones y dar, no para ganar el reino, sino para demostrar que el reino ya es la riqueza mayor de nuestras vidas. Desde este marco, la conversión entonces no es una mera decisión momentánea, sino un milagro continuo de Dios que configura el corazón humano para que ame la justicia, la misericordia y la verdad, y para que quienes han sido reconciliados con Cristo participen en la verdad de que el reino está destinado a ser el tesoro eterno que guía cada decisión.
Oración: Padre celestial, Te damos gracias por Tu gracia que da salvación y transforma corazones. Ayúdanos a valorar el reino por encima de las posesiones temporales y a usar nuestros recursos para la expansión del evangelio, la ayuda a los necesitados y la edificación de Tu Iglesia. Que nuestra confianza no esté en lo que poseemos, sino en Tu soberanía y en la obra de Cristo en nosotros. Que el deseo de vender, dar e invertir se alinee con Tu voluntad, que busquemos primero Tu reino y Tu justicia, y que nuestra vida refleje la generosidad de Tu gracia para la gloria de Tu nombre. Amén
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