Bajo Su autoridad suprema Dios se dio a Sí mismo como prioridad al emitir el primer mandamiento: “No tendrás otros dioses delante de Mí” (Éxodo 20:3). Este enunciado señala que el Único Dios Verdadero debe ocupar la primera posición en la vida de todo ser humano; nada debe competir con Él por ese lugar. Esta idea se repite con claridad unos cuarenta años más tarde cuando al pueblo de Dios nuevamente se le ordena: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:5).
A lo largo de la historia bíblica, desde los tiempos de la Antiguo Testamento hasta el encuentro de Nicodemo con Jesucristo e incluso hasta nuestros días, Dios ha puesto énfasis en una relación que nace en el corazón. Incluso los ritos del Antiguo Testamento, como la circuncisión, apuntan a un depósito interior: un corazón consagrado a Dios, más que a una ritual externo. “Y ahora, Israel, ¿qué requiere de ti el Señor tu Dios, sino que temas al Señor tu Dios, que andes en todos Sus caminos, que le ames y que sirvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y que guardes los mandamientos del Señor y Sus estatutos que yo te ordeno hoy para tu bien?” (Deuteronomio 10:12-13). Tristemente, la historia humana muestra cómo se dejó de lado el corazón, centrando la relación con Dios en reglas externas; sin embargo, las Escrituras enseñan de manera constante el deseo de Dios por un corazón nuevo. Solo un corazón renovado puede sostener un afecto supremo y una devoción más profunda hacia Dios. Jesucristo reafirmó esta prioridad cuando dijo: “Buscad primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). En otras palabras, el cristiano debe desear a Dios por encima de todo, considerándolo la prioridad número uno en el alma. El enfoque de nuestra vida debe orientarse hacia Él, sin dejarnos atrapar por las riquezas temporales de este mundo. Dios debe ser el objetivo central y el mayor tesoro, a quien se desea más que cualquier beneficio que el mundo pueda ofrecer.
Cuando conocemos a Dios de este modo el vacío que nos carcome internamente es destruido. Sólo cuando nacemos de nuevo venimos a ser una morada habitada por el Único Dios Verdadero (Juan 14:23). Es así como el alma que antes estaba vacía ahora es llena con la plenitud de Dios y es esto lo que nos hace una nueva creación y nos otorga una mente renovada, deseos renovados y prioridades transformadas. Sólo quien ha nacido de nuevo puede verdaderamente y desde su interior tomar decisiones buscando agradar a Dios con cada elección ya sea grande o pequeña. Pero ¿Por qué somos persuadidos a vivir como si Dios no fuese suficiente? Bueno, como el salmista somos tentados a tener envidia al ver la prosperidad de los impíos, pareciera que ellos prosperaran sin conocer ni tener en cuenta a Dios en su vida ¡Cuán torpe somos al no entender! ¡Cuán torpes somos al permitir que esto llene de amargura nuestras almas! Somos como bestias cuando consideramos tales cosas en nuestro corazón delante de Dios (Salmo 73:21-22) esa apariencia de éxito que tanto deslumbra no es más que una ilusión, en el fondo de cada uno de ellos existe un vacío que no puede ser llenado con nada de lo que atesoran… el impío que aparentemente tiene mucho en verdad no tiene nada, porque el que vive para hacer tesoros en la tierra sigue buscando lo que el que ha nacido de nuevo ya tiene: un tesoro que nada terrenal puede reemplazar. Tal vez la carne y el corazón del creyente puedan desfallecer por causa de la aflicción de este mundo, pero la Roca de nuestro corazón y nuestra porción será Dios para siempre. La prosperidad del impío se desvanecerá cuando se despierte en la condenación eterna, no así para los que hayan hecho de Cristo su único tesoro (Salmo 73:27-28)
Oración: Señor Dios, te doy gracias por la obra de regeneración que me ha colocado en una relación adecuada contigo. Ayúdame a no desviar mi alma hacia espejismos de seguridad terrenal ni hacia placeres que quieran usurpar Tu lugar. Enséñame a desearte, a amarte y a servirte con todo mi ser, de modo que cada decisión, grande o pequeña, honre Tu Nombre. Que Tu presencia viva en mí se manifieste en una vida que testifique de Tu reino y de Tu justicia. Amén
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Señor ayúdanos a tener un corazón consagrado para ti . Amén 🙏🙏