
"Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" Juan 3:3-6
Mediante nuestro nacimiento natural, somos herederos del pecado existente en la propia carne de nuestros antepasados el cual cargamos desde nuestros primeros días de vida. Lo que Cristo requiere de cada uno de nosotros es un nuevo nacimiento, una vida completamente renovada y que comience de cero, donde todo pecado, costumbre y carácter propia quede completamente en el olvido. No requiere de nosotros que mejoremos, no requiere que cambiemos algunos hábitos personales en cada uno, ni si quiera nos pide que nos adaptemos a Él, sino que nazcamos de nuevo, una profunda, completa y total regeneración en nuestra vida, desapareciendo nuestro ayer y dando la bienvenida a una nueva criatura la cual vive conforme a los deseos y la voluntad de nuestro Eterno Padre.
Tan solo a través de la obra regeneradora del Espíritu Santo, colocando nuestra mira en la cruz del Calvario y nuestra voluntad sometida a la de Jesucristo conseguiremos alcanzar ese nuevo nacimiento el cual nos dará un lugar en el cielo. No podemos pensar que sólo creyendo en el Hijo de Dios como nuestro propio salvador, muerto y posteriormente resucitado ya hemos experimentado esa transformación necesaria en nuestra pasada manera de vivir. Únicamente a través de la obra del Espíritu somos transformados en una creación nueva, pasando de la condenación a la gracia y de la profundidad de las tinieblas a su luz admirable. Nunca piense que sus propias fuerzas y los deseos de su corazón conseguirán ese cambio tan deseado en su vida, ni mucho menos procure cambiar la vida de otra persona a través de su capacidad, puesto que como seres humanos estamos limitados, abandónese en la base del Calvario y deje al Espíritu gobernar en su corazón y experimentará una regeneración plena.
En el pasaje bíblico se simboliza la Palabra de Dios como el agua. Esta palabra Santa y Perfecta, traslada el corazón y da una nueva dirección tanto a los sentimientos, pensamientos como a los pasos que guiarán la vida del hombre. Mediante esta regeneración, a través del nuevo nacimiento, no tan solo experimentamos cambios visibles en nuestra conducta y actitud sino que también tenemos una nueva percepción del mundo y la vida en esta Tierra.
Oración: Señor poderoso eres tú para hacer sobreabundar a cualquiera que cree para salvación en obras perfectas, no por la capacidad del hombre sino por tu obra expiatoria que perfecciona nuestras obras, es así como aunque nuestro principio fue pequeño y quizás insignificante, por tu gracia nuestro postrer estado será mayor. Oh Señor que la obra de tu Santo Espíritu a través de tu palabra nos haga nacer de nuevo, ten misericordia Señor, abre nuestro entendimiento para recibir vida por medio de tu Palabra. Amén
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