
“Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No matarás” Éxodo 20:2 y 13
La palabra hebrea empleada en el sexto mandamiento incluye causar la muerte de alguien premeditadamente y por descuido o negligencia. Este mandato habría instigado un temor santo en la comunidad de luchar por la precaución y la prudencia en los asuntos de la vida para que nadie fuera culpable de quitarle la vida a otro sin querer o por imprudencia. ¿Considere cuántos han sido encontrados culpables de asesinato por descuido, al poner la vida de los demás en peligro por conducir borracho o mensajear mientras conduce? Tal vez usted no sea tan irresponsable, pero se puede asesinar por negligencia ¿Cuántas veces no hemos advertido a otros del peligro o no hemos hablado en nombre de aquellos que son vulnerables e impotentes? Es fácil condenar el silencio de tantos en Alemania que no se pronunciaron contra las atrocidades del régimen nazi durante el Holocausto. Pero ¿cómo estamos hablando en contra del asesinato de tantos bebés en el vientre de su madre?
El mundo comprende que el asesinato es un crimen pero lo ha limitado en la acción externa de no asesinar a nadie. Pero la norma del reino de Dios dada por Cristo no es simplemente evitar el derramamiento de sangre. En el sermón del monte Jesús está diciendo que no estás a salvo del castigo solo porque no has derramado sangre. Si has albergado ira, desprecio o malicia hacia otra persona, eres culpable. ¿Alguna vez le has deseado daño a alguien o, lo que es peor, deseear que estuviera muerto? ¿Alguna vez te has regocijado por la desgracia de alguien? Entonces tu corazón ha conocido el asesinato.
La sangre de Abel clamó a Dios por justicia. Pero Hebreos 12:24 nos dice que la sangre de Jesús habla una palabra mejor. La sangre de Abel habla una palabra de condena: el asesino merece la muerte. Y somos culpables de los cargos. Quebrantamos el sexto mandamiento con la ira de nuestro corazón. Por eso vino Jesús. Vivió una vida sin pecado, murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó para que pudiéramos tener vida en Él, ahora y después de la muerte. Para aquellos que creen en Él, la sangre de Cristo habla una palabra de perdón y aceptación. ¡Por la fe, recibe este don de la gracia! Ve a Cristo, reconoce tu culpabilidad y pide ser limpiado y perdonado… pero lo más importante, no peques más. Dios está interesado no en que ignoremos las ofensas, sino que antes de ser ofendidos por la ofensa lidiemos con ella a través de la reconciliación. Reemplaza el odio y la ira con palabras que dan vida y bendicen a los demás.
Oración: Amado Señor gracias por este nuevo día, gracias por tu Palabra que es lámpara para mis pies y lumbrera a mí camino, Señor no es fácil nada de lo que tu demandas, es imposible, pero tu venciste en la cruz para que al creer pueda tener victoria sobre el pecado y mi propia naturaleza que se complace en lo que es contrario a tu voluntad, Señor limpia mí corazón de toda ira y enojo, Señor que en mi vida y mí actuar futuro el odio y la ira sean reemplazados con palabras que dan vida y bendicen a los demás incluso a los que buscan mí mal. Amen
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