¿Somos salvos por creer en Dios o por deleitarnos en Dios?

Publicado el 3 de abril de 2023, 4:17

Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre, y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Juan 6:35

 

Jesús se presenta a sí mismo como pan y, por implicación, como agua, porque se refiere a la sed. Y luego da dos declaraciones paralelas: el que viene a mí no tendrá hambre, el que cree en mí no tendrá sed jamás… Por lo tanto, venir a Jesús para no tener hambre y creer en Jesús para no tener sed son paralelos y se refieren a la misma realidad. Jesús es el pan que sacia el hambre del alma y Jesús es el agua viva que sacia la sed del alma, así que, venir para no tener hambre y creer para no tener sed es lo mismo.

Por lo tanto, si no vemos y saboreamos a Jesús como la suprema satisfacción de nuestras almas, no creemos en Jesús de manera salvadora. La fe salvadora es más que conocimiento y más que confiar o recibir a un Cristo parcial, es decir que la fe incluye no solo recibir a Jesús como Salvador y recibir a Jesús como Señor, sino también recibir a Jesús por lo que realmente es, es decir, el Tesoro supremo del universo; decir que una persona puede ser cristiana, nacida de nuevo, justificada, destinada al cielo, disfrutando de la vida eterna y tener un tesoro mayor que Jesús, no es bíblico. Jesús dijo en Mateo 10:37: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí, y el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” Donde Jesús no es atesorado sobre todas las cosas, no se confía en Él con una fe que salva.

Sabemos que confiar y atesorar a Jesús aumenta y disminuye en intensidad día a día, somos pecadores que necesitan la gracia de Dios todos los días, por nuestra  fe imperfecta y nuestro atesoramiento imperfecto de Jesús como parte de esa fe. El problema no es la perfección. El asunto es: ¿he dispuesto mi corazón para atesorar a Dios en Cristo sobre todas las cosas? Dice la Escritura: “vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de llegar a ser hijos de Dios” (Juan 1:11-12) Nos convertimos en hijos de Dios al recibir a Jesús, es decir, al creer. Eso es creer: creer es recibir; es una recepción y recibirlo como un perdonador de pecados, un quita-culpabilidad, recibirlo como una puerta para salir del infierno, recibirlo como un sanador del cuerpo, y no recibirlo como un Tesoro para satisfacer el alma es no creer en Jesús . No se honra a Jesús y no se glorifica al Padre donde se le acoge sólo por sus dones y no por sí mismo.

 

Oración: precioso Señor y Dios nuestro, es fácil reconocerte y recibirte como ese que es capaz de hacer maravillas en nuestras vidas y librarnos de la vida venidera, cualquiera podría hacer eso, pero no es lo único que tu esperas de nuestra parte. Tu moriste en la cruz para que nosotros no solo viniésemos a ti para ser saciados, sino para que te atesorásemos como el Tesoro Supremo en nuestras vidas, perdona oh Señor si no ha sido así, perdona oh Dios si no ha habido tal intención en mí, purifica oh Señor la intención con la que me acerco a ti y obra en mí para que yo pueda reconocerte y atesorarte de tal manera que llegue a amarte con todo el corazón, con todas mis fuerzas y con toda mi alma. Amén

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