
“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” Jeremías 2:13
¿Está relacionado el colapso de nuestra vida moral y social con la ausencia casi total del Dios bíblico en nuestro entretenimiento, arte, publicidad, ciencia, negocios, viajes, pasatiempos, medicina, consejería e incluso la religión, la pura ausencia de la mayor realidad del universo, la realidad de la que todo depende, la realidad por la que todo existe, la realidad que es más bella, poderosa, inteligente, sabia, amorosa y espectacular que todas las demás realidades… ignorado, despreciado por casi todos? ¿Hay alguna conexión aquí con nuestro deslizamiento hacia la barbarie? El desmoronamiento de una sociedad centrada en Dios destruye mil patrones morales protectores, conductas respetuosas, sólidas restricciones al mal y cuando esta vida social firme, protectora y centrada en Dios se deshace, hay víctimas emocionales, físicas y espirituales en todas partes, fuera y dentro de la iglesia. Los pecados de los padres caen sobre los hijos. Y cuando Dios desaparece de la educación, el hogar, los negocios, el comercio, el arte y el gobierno, todos pagan, incluso los más piadosos.
Muchos aprecian que un pastor y la iglesia proporcionen ayuda a las víctimas que día a día van cayendo en esta decadente sociedad, y en verdad que para eso hemos sido llamados, para ser la sal de la tierra… pero también es necesario que como iglesia encontremos y confrontemos la mano que está deshaciendo toda la estructura moral de nuestra sociedad, y descubrir por qué la última generación ha traído una avalancha de adicción a las drogas y pornografía y se jacta de la homosexualidad y el alcoholismo y la depresión y la infidelidad y el divorcio y el abuso y los trastornos alimentarios y la inseguridad y la amargura y la apropiación del poder y la codicia. Creo que la raíz del árbol podrido y la fuente de contaminación es el desprecio de Dios en toda Su grandeza y gracia bíblica. Este desprecio, puede ser hostil en forma de ateísmo o Islam; puede ser condescendiente en forma de relativismo secular (¡tienes a tu Dios; nosotros tenemos nuestro Zen; vive y deja vivir!); puede ser ingenuo en la forma de cristianos creyentes en la Biblia que afirman conocer a Dios pero absorben sus valores más de la televisión que de la Biblia.
La ausencia de una centralidad radical en Dios en toda la vida es la raíz del problema de nuestra sociedad. Y mientras evalúo cómo invertir mi vida de la manera más útil para la gloria de Dios y para el bien eterno de las personas, pregunto: ¿Quién en nuestra sociedad no solo se ocupará de las víctimas, sino que también irá detrás de la causa? Nuestro mal social independiente del nombre que se le asigne, solo tiene un origen viene de la ignorancia y la rebelión contra el Dios bíblico de gracia y gloria. Viene de poner al hombre donde pertenece Dios. Es necesario que Dios sea exaltado, pero esta exaltación de Dios como la gran necesidad de nuestra sociedad puede ser interpretada como que si simplemente creyéramos, todos los problemas desaparecerían. Pero, el punto no es tan simple. El punto es que si suficientes personas —esposas y esposos, hijos e hijas, hermanos y hermanas, empleados y empleadores, maestros y estudiantes— comenzaran a moldear sus vidas en torno a la realidad omnipresente de la gracia y la gloria del Dios bíblico, la cadena de miseria podría romperse para las generaciones venideras… el gran interrogante es ¿Quién está dispuesto a hacer tal cosa?
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