
“Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia” Colosenses 1:24
Cristo desea tener una presentación personal de sus sufrimientos al mundo. Y la forma en que quiere ofrecerse como sufriente por el mundo al mundo es a través de Su pueblo que, como Él, está dispuesto a sufrir por el mundo. Sus sufrimientos se completan en nuestros sufrimientos porque en los nuestros el mundo ve los suyos, y tienen el efecto señalado. El amor sufriente de Cristo por los pecadores se ve en el amor sufriente de su pueblo por los pecadores. Colosenses 1:24 es la vivencia de las palabras de Jesús Marcos 8:35: “El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.” El camino de la salvación es el camino de “perder la vida por causa del evangelio”. El punto es que llevar el evangelio a la gente (al otro lado de la calle o al otro lado del océano) normalmente requiere sacrificio y sufrimiento, perder la vida o negarse a uno mismo. Así quiere Cristo que sus sufrimientos salvíficos sean llevados al mundo, a través de los sufrimientos de Su pueblo.
Y Pablo dice que se regocija en eso. Versículo 24: “Ahora me gozo en mis sufrimientos por causa de vosotros”. El camino del Calvario no es un camino sin alegría. Es doloroso, pero es profundamente feliz. Cuando elegimos los placeres efímeros de la comodidad y la seguridad sobre los sacrificios y sufrimientos llevar el evangelio a quien no lo tiene, elegimos en contra del gozo. Elegimos cisternas rotas que no pueden contener agua y rechazamos la fuente de agua cuyas aguas nunca faltan (Isaías 58:11). Las personas más felices del mundo son las personas que conocen el misterio de Cristo en ellas, la esperanza de gloria, satisfaciendo sus profundos anhelos y liberándolas para extender los sufrimientos de Cristo a través de los suyos al mundo. Dios nos está llamando en este texto a vivir por causa del evangelio y hacerlo a través del sufrimiento. Cristo eligió el sufrimiento, no fue algo que simplemente le pasó. Lo eligió como la forma de crear y perfeccionar la iglesia. Ahora nos llama a elegir el sufrimiento. Es decir, nos llama a tomar nuestra cruz y seguirlo en el camino del Calvario y negarnos a nosotros mismos y hacer sacrificios para presentar su sufrimiento al mundo y ministrar a la iglesia. El sufrimiento de Cristo en la cruz fue para propiciación; el nuestro es para la propagación, es decir, Cristo sufrió para lograr la salvación y nosotros sufrimos para difundir la salvación. Y nuestra disposición a soportar las penalidades por el bien de los demás es una plenitud de las aflicciones de Cristo porque las extiende a los demás y las hace visibles.
Dios nos está llamando a prepararnos para sufrir, no solo por los efectos morales de purificación y refinamiento, y no solo por el factor de intimidad de profundizar con Jesús y conocerlo mejor, sino también porque lo que falta en las aflicciones de Cristo debe ser suplido por aquellos que llevan esos sufrimientos al mundo y muestran el sacrificio amoroso de Cristo a través de los sacrificios amorosos de su pueblo.
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