El interrogante cotidiano

Publicado el 14 de mayo de 2023, 5:52

Como madre, constantemente hay una batalla incómoda librándose dentro nuestro. No se trata del dilema tan grande o dramático como: ¿criaré a mis hijos para que amen a Dios? ¿Les enseñaré a obedecerle? (aunque con frecuencia pensemos en ello) La batalla constante de la maternidad es más sutil, más cotidiana, más ocultable. En el centro de está batalla está la pregunta: ¿Me sacrificaré? Esta no es una pregunta que pueda responderse de un golpe y listo, es una pregunta que debe ser respondida cada día e incluso quizá varias veces durante un mismo día. La respondemos cuando ese niño se despierta temprano con una necesidad e interrumpe nuestro tiempo de intimidad con el Señor, o cuando estás completamente agotada después de una larga jornada y surge esa pequeña voz “quiero agua" Se responde en cada fallo al aprender a ir correctamente al baño o cuando ya no puedes de agotamiento pero un pequeño aún tiene energía para saltar sobre ti.
La pregunta cotidiana de una madre no hace referencia solamente a lo que hacemos sino también a la actitud con la que lo hacemos ¿brindaré gozosamente mi vida como una fragante ofrenda al Señor para el beneficio de mis hijos? ¿Serviré a mis hijos como una obligación o un deber o los serviré como si sirviera al propio Dios? ¿Me aniquilaré a mí misma a fin de poder vivir en Dios el llamado específico que Él me ha hecho como madre? La Pregunta Cotidiana debe ser respondida cotidianamente. Porque la maternidad no consiste tanto en los grandes actos dramáticos de sacrificio, sino en los pequeños actos cotidianos a menudo invisibles. Porque podemos tener un hogar limpio y niños obedientes y no sacrificarnos. Porque somos fácilmente engañadas para pensar que podemos vivir para nosotros mismos y ser fieles a Dios en nuestro ministerio como madres. Jesús dijo que quienes viven para sí mismos tendrán, de hecho, una vida frustrante, pero quienes pierdan su vida por Su causa realmente experimentarán la vida. Como padres, nuestra propia muerte por la causa de Cristo no sólo fructifica en nuestros corazones, sino que produce frutos en los corazones de nuestros niños, frutos que crecen por el poder de Dios. Elijamos entonces darnos a nosotros mismos gozosamente para nuestros hijos.

Porque nosotros que vivimos, siempre estamos siendo entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal” (2 Corintios 4:11) Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: Que si uno murió por todos, luego todos son muertos, y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, más para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Corintios 5:14–15)

Valoración: 5 estrellas
1 voto

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios