
“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así seáis mis discípulos” Juan 15:7-8
Si las palabras de Jesús permanecen en nosotros, entonces el resultado será que oremos con poder y eficacia. Dios diseñó la oración para dar a sus discípulos el gozo de dar fruto mientras Dios mismo recibe la gloria. En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así seáis mis discípulos… La implicación es que Dios recibe gloria cuando damos mucho fruto porque hemos orado y Dios ha respondido. Por lo tanto, el punto principal de la oración es dar fruto, la oración es para dar fruto. Y entonces que sucede cuando Jesús enseñó a orar: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. ¿qué podría ser más natural que el deseo de comer? Y que de los muchos casos en la Biblia de personas que oran por deseos tan naturales como el deseo de protección de los enemigos y escapar del peligro, la fertilidad en el matrimonio, la recuperación de la enfermedad, etc. Cada uno de ellos son ciertos, y con ello entendemos que no es que estos deseos estén mal, sino más bien que deben estar gobernados por deseos espirituales; deseos centrados en Dios que difunden el evangelio; deseos que exaltan a Cristo y glorifican a Dios. Y cuando nuestros deseos naturales se sienten como un medio para estos deseos mayores, entonces se convierten en el tema apropiado de la oración. Antes de que Jesús dijera: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, dijo, haz que sea el deseo de tu corazón que Dios santifique Su nombre y que venga el reino y que la voluntad de Dios se haga en la tierra. Cuando nuestro corazón está atrapado en esos grandes deseos, entonces tener algo para comer no es simplemente un deseo natural, sino un medio para algún gran fin centrado en Dios. Esto es lo que David quiso decir cuando dijo en el Salmo 37:4 “Deléitate en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón”. Los deseos del corazón dejan de ser meramente deseos naturales cuando el corazón se deleita sobre todo en el Señor. Deleitarse en el Señor, en la santificación de Su nombre y la búsqueda de Su reino y el hacer Su voluntad, transforma todos los deseos naturales en deseos relacionados con Dios.
La oración no es para satisfacer los deseos naturales. Es para dar fruto, para la gloria de Dios. Otra forma de decirlo es esta: si quieres que Dios responda a tus intereses, debes dedicarte a sus intereses. En 1 Juan 5:14 se nos dice “Esta es la confianza que tenemos delante de él, que, si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye”. La oración es para satisfacer nuestros deseos cuando esos deseos han sido tan purificados y tan saturados de Dios que coinciden con sus planes. Juan lo expresa de otra manera en 1 Juan 3:22 “Todo lo que le pedimos lo recibimos de Él porque guardamos Sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de Él”. En otras palabras, la oración no es para satisfacer los deseos naturales. La oración es para satisfacer los deseos de las personas que están dedicadas a los deseos de Dios. Santiago 4:3 “Pedís y no recibís, porque pedís con mala intención, para gastarlo en vuestros deleites”. La oración no es para satisfacer los deseos naturales. La oración es para dar fruto. Si queremos tener poder y efecto en la oración, debemos dedicarnos a alinear nuestros deseos con el fruto que Dios quiere producir a través de nosotros, y ese fruto siempre tiene que ver con la santificación de Su nombre y la venida de Su reino y el hacer Su voluntad como se hace en el cielo.
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