
“Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” 1 Pedro 1:17-19
La realidad que más asombra en nuestra cultura contemporánea es la asombrosa y aterradora insignificancia de Dios, y al mirar el modo de vida descrito en el Nuevo Testamento, lo más asombroso, sorprendente y aterrador es que Dios es todo… parece que como individuos entre más “crecemos socialmente” más nos olvidamos de Dios, entre más grande se hacen nuestros logros más insignificante se hace Dios al punto de poder ser opacado con cualquier cosa; construimos palacios, nos hacemos un nombre y nos olvidamos de nuestro Hacedor. Considerar el primer mandamiento usado por Cristo al resumir la ley: “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y toda tu mente” (Mateo 22:37) nos da una idea de cuán grande es nuestro pecado y culpabilidad en sólo este aspecto… dicho de otro modo, Dios demanda que lo principal en lo que pensar, sentir y actuar en el mundo sea Él. Estar cautivado con algo más que Dios es idolatría, bien aplica lo dicho por Cristo: “donde este vuestro tesoro, ahí estará vuestro corazón”, ¿cómo salgo yo de ese examen? ¿dónde está mi corazón?
Cuando nuestra conducta muestra que nuestra esperanza está en el dinero y no en Dios, debemos temer. Cuando nuestra conducta evidencia que nuestra esperanza está en el placer en lugar de en Dios, debemos temer. Es deprimente que el cristianismo moderno resulta ser una copia al carbón del mundo. Creemos que la gracia significa que no hay nada que temer en nuestro comportamiento. Pero Dios es misericordioso y hoy una vez más nos llama a temer el comportamiento que conduce a la destrucción. La razón por la que Jesús derramó Su sangre infinitamente preciosa fue para cambiar nuestra conducta, entonces, cuando Pedro dice: "Condúzcanse con temor, sabiendo que fueron rescatados de su mala conducta con la sangre de Jesús", quiere decir que tengamos temor de comportarnos de una manera que muestre que la sangre de Cristo no es preciosa para nosotros. Dios quiere que estemos seguros de que hemos sido rescatados, pero nunca conviertas esa seguridad en una justificación de una conducta que demuestre que no crees que la sangre de Cristo es infinitamente preciosa….
Por lo tanto, si somos tentados a actuar como si el valor y la permanencia de la sangre de Jesús no son lo suficientemente importantes como para detenernos del pecado, entonces debemos temer. Porque si nuestras vidas dan testimonio constante de la impotencia de la sangre de Jesús, entonces Jesús no es realmente nuestra esperanza y alegría. Y nosotros no le pertenecemos. Y esa es una perspectiva aterradora.
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