"Porque tanto amó Dios al mundo...” Juan 3:16
La dimensión del amor de Dios no se ve simplemente en el valor infinito de lo que entregó, Su Hijo unigénito, sino en la rebeldía e indignidad de por quién lo dio. Dijo Pablo: “Tal vez por un buen hombre uno podría atreverse a morir. Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:7-8)
Justo antes de Juan 3:16 Jesús compara su propia muerte con un episodio de rebelión que ocurrió en el desierto cuando el pueblo se rebeló contra Dios y dijo que estaba harto del maná, el resultado de este pecado fue una plaga de serpientes por todo el campamento, muriendo gente por todas partes. Cuando Moisés oró por el pueblo, Números 21:8 dice: Entonces el Señor dijo a Moisés: “Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre un estandarte; y acontecerá que todo el que sea mordido, cuando mire, vivirá.” Así que Dios en Su amor ordeno levantar una serpiente de bronce sobre una asta para rescatar a ese pueblo rebelde de perecer, solo se requería mirar a ella con fe y ser salvo…. Haciendo memoria de este suceso Cristo introduce nuestro texto, Él dijo: así como fue necesario en aquel día, era necesario que “el Hijo del Hombre sea levantado; para que todo aquel que cree, tenga en Él vida eterna. Esta es la antesala para Juan 3:16 “De tal manera amó Dios al mundo que lo dio”, significa que dio a su Hijo unigénito por un mundo de rebeldes, mordidos por la serpiente del pecado, pecadores pereciendo agonizante, y Él es su única esperanza.
Dios quiso que su Hijo fuese levantado ante el mundo de los pecadores, todos los pecadores, toda clase de pecadores, todos los grados de pecadores, de la misma manera que la serpiente fue levantada en el asta, porque Él ama al mundo, por tanto no te mires a ti mismo esta mañana. Mira al Hijo y al amor de Dios y a la promesa de que todo aquel que cree no se perderá jamás, sino que tendrá vida eterna. Mira a Jesús. Cree en Jesús y no perecerás.
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