Ríos de lágrimas por la calamidad que viene

Publicado el 1 de agosto de 2023, 5:03

Jesús murió para que los pecadores heterosexuales y homosexuales pudieran salvarse. Dios creó la sexualidad y tiene una voluntad clara de cómo debe ser experimentada en santidad y alegría: Su voluntad es que el hombre deje a su padre y a su madre y se una a su mujer, y que los dos lleguen a ser una sola carne (Marcos 10:6-9) es en esta unión, que la sexualidad encuentra el sentido y propósito señalado por Dios. Para aquellos que han abandonado el camino de Dios de la realización sexual, y se han metido en las relaciones homosexuales o en la fornicación extramatrimonial heterosexual o en el adulterio, Jesús ofrece una misericordia asombrosa: “Así eran algunos de ustedes. Pero ustedes fueron lavados, fueron santificados, fueron justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:11).

Lastimosamente muchos no aceptan esta salvación de los actos sexuales pecaminosos…. Contrario a todo esto el mundo celebra con orgullo aquellas prácticas sexuales que Dios condena. Aunque la gente sabe intuitivamente que los actos homosexuales (junto con el chisme, la calumnia, la insolencia, la soberbia, la jactancia, la infidelidad, la avaricia) son pecado, “no sólo los cometen, sino que dan aprobación a los que los practican” (Romanos 1:29-32). Dice Dios por medio de Pablo “Os digo hasta con lágrimas, que muchos se glorían en su vergüenza” (Filipenses 3:18-19). Nuestra sociedad ha pasado de la celebración a la institucionalización, la legislatura de muchas naciones aprueba y destina presupuesto para la promoción de lo que Dios aborrece, tristemente no nos damos cuenta de la calamidad que está ocurriendo a nuestro alrededor. Lo nuevo para la historia, no es la homosexualidad, eso ha estado con nosotros desde la caída del hombre.  Lo nuevo no es ni siquiera la celebración del pecado homosexual. El comportamiento homosexual ha sido explotado, deleitado y celebrado en el arte durante milenios… lo nuevo es la normalización y la institucionalización, esta es la nueva calamidad.

Mi razón principal para escribir acerca de ello no es montar un contraataque político, no creo que ese sea el llamado de Dios para la iglesia. Mi razón para escribir es ayudar a la iglesia a sentir el dolor de estos días y la magnitud del ataque a Dios y a Su imagen en el hombre. Los cristianos, más claramente que otros, podemos ver la calamidad que está en camino. El pecado lleva en sí su propia miseria: “Hombres cometiendo hechos vergonzosos con otros hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío” (Romanos 1:27). Además del poder autodestructivo del pecado, también viene la ira de Dios: “fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y avaricia, que es idolatría. Por estos viene la ira de Dios” (Colosenses 3:5-6). Los cristianos sabemos lo que viene, no solo porque lo vemos en la Biblia, sino porque hemos probado el doloroso fruto de nuestros propios pecados. Nadie escapa a la verdad: cosechamos lo que sembramos. Nuestros matrimonios, hijos, iglesias e instituciones, todos ellos están atribulados a causa de nuestros pecados. La diferencia es: lloramos por nuestros pecados, no los celebramos. Acudimos a Jesús en busca de perdón y ayuda, clamamos a Él, “que nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1:10).

En los días de Ezequiel, Dios puso una señal de esperanza “en la frente de los hombres que gimen y claman por todas las abominaciones que se cometen” (Ezequiel 9:4)… Esto es para lo que estoy escribiendo. No acción política, sino al amor por el Nombre de Dios y compasión por la ciudad de destrucción. “Mis ojos derraman ríos de lágrimas, porque la gente no guarda tu ley” (Salmo 119:136).

Escrito por: Jhon Piper

Valoración: 4.5 estrellas
2 votos

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios