
La Biblia comienza la historia de la humanidad con un hombre solitario, al que no se le permite permanecer así por mucho tiempo. “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). Entonces Dios trae todos los animales al hombre para que reciban un nombre, y al finalizar “no se halló ayuda idónea para él” (Génesis 2:20). El relato enfatiza su necesidad de cierto tipo de compañía, por lo que Eva es creada de su propio costado (Génesis 2:21-23). Posteriormente, el Nuevo Testamento explica que la mujer fue tomada del hombre y para el hombre, para que los dos fueran uno (1 Corintios 11:8-9; Mateo 19:5). Esto contradice las teorías que sugieren que el matrimonio es simplemente una construcción humana, creada y anulada según la voluntad de los individuos. Más bien, el matrimonio es natural, el matrimonio es creacional. Génesis también agrega otro rasgo a este orden familiar: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24). Así que, existe una distinción entre la pareja formada por el marido y la mujer y el resto de vínculos familiares extensivos de esa unión.
Además de todo esto, el hombre y la mujer fueron creados y unidos con un propósito determinado, Dios les dijo: “Sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra, y sojuzgadla, y señoread.... sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra” (Génesis 1:28). Como también Génesis 5:1-3 aclara que tanto el hombre como la mujer que fueron hechos a la semejanza de Dios, engendraron hijos a su imagen y semejanza. Considerando esto se puede concluir que la procreación no se añade como una opción, sino que es uno de los fines del Matrimonio. Al tener hijos la unidad de dos se expande a tres: padre, madre e hijos (un reflejo del Único Dios Verdadero) la autoridad del padre, el amor de la madre y la obediencia de los hijos forman en su unidad el cordón triple que une y sostiene todas las relaciones dentro de la sociedad humana… Estos tres roles siempre serán necesarios en cada sociedad, en la iglesia y en el estado. La autoridad, el amor y la obediencia son los pilares de toda sociedad humana (Herman Bavinck).
Sin embargo, a medida que construimos nuestras familias, no las aislamos del resto del mundo. Todavía tenemos relación con nuestros padres, junto con el deber de ayudar y cuidarlos a medida que envejecen (1 Timoteo 5:4). Todavía hacemos lugar en nuestras vidas para los amigos, y como iglesia, todavía nos amamos unos a otros y “soportamos las cargas los unos de los otros” (Gálatas 6:2). La mejor manera para que las familias mantengan y cultiven estas relaciones es negándonos a verlas como competencia. Esto significa que precisamente cuando nos enfocamos en la familia, nos enfocamos en cómo la familia puede imitar a Jesús al vivir sacrificialmente por el bien del mundo. Lo hacemos no dejando de ser familias, sino siendo familias en la forma más plena y verdadera. La meta bíblica es que los hogares santificados crezcan en Cristo y den testimonio de Él en todo el mundo.
Entonces, mientras que algunos piden restructurar el concepto de familia, descartar la familia como Dios la estableció (una pareja casada e hijos) esto dañara absolutamente el elemento básico con el que se construye la sociedad. La familia es la primera sociedad, y es a través de ella que se construye más y más sociedades por la gracia de Dios.
Añadir comentario
Comentarios