
Las buenas obras no son malas, son buenas. Como cristianos, deberíamos querer hacerlas. El hecho de que no seamos salvos por nuestras obras no significa que no debemos preocuparnos por vivir una vida de obediencia gozosa a la Palabra de Dios. Jesús declara enfáticamente: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Juan 14:15). La obediencia, por frágil y débil que sea, es evidencia de nuestro amor por Cristo. Lejos de socavar el evangelio de la gracia, las buenas obras son el complemento perfecto para el evangelio.
Aclaremos, las buenas obras son malas cuando se les considera como la base de la salvación. Una persona no es salva por sus obras sino por la gracia de Dios a través de la fe en Cristo. Al respecto Pablo dice: Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas (Efesios 2:8-10). Las obras no son meritorias. La salvación “no es de nosotros” y “no es por obras”. Incluso la fe a través de la cual recibimos la salvación es un don generoso de Dios. Como criaturas caídas, nuestros mejores esfuerzos están llenos de pecado. Las buenas obras no proporcionan ninguna base para jactarse porque son completamente inútiles para salvar. El único fundamento de la salvación es Cristo. Somos salvos por Sus obras, no las nuestras.
Las buenas obras no son malas cuando son vistas como el objetivo de la salvación, no su base. Como dice Santiago, “la fe sin las obras está muerta” (Santiago 2:26). Pablo afirma que no somos salvos por buenas obras, sino que somos salvos para buenas obras. Las buenas obras son el resultado, no la causa, de que seamos nuevas criaturas, y ellas atestiguan el hecho de que hemos sido redimidos para que nuestras vidas puedan reflejar las cualidades y el carácter de Dios. Las buenas obras son también el resultado de estar unidos a Cristo. Separados de Él, no podemos hacer nada que agrade a Dios. Pero en Cristo, fuimos creados para realizar actos de obediencia que honran a Dios. En Cristo, podemos estar seguros de que Dios acepta nuestros débiles esfuerzos. No necesitamos preguntarnos qué es lo que Dios requiere de nosotros, Él nos lo dijo en Su Palabra. Las buenas obras son actos hechos en conformidad con la Palabra de Dios.
Cristo es el fundamento de nuestra salvación, la fe es el instrumento de nuestra salvación, y las obras son el fruto de nuestra salvación. Cada vez que el evangelio echa raíces en nuestras vidas, siempre produce frutos del Espíritu (Gálatas 5:16-26). El Espíritu nos permite caminar de una manera digna de nuestro llamado a seguir vidas que reflejen a Cristo (Efesios 4:1-7). ¿Cuál es nuestra respuesta al evangelio? Obedecer, cumple a nuestro deber. Si queremos ser felices, debemos obedecer
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