
Dios creó al hombre bueno, de hecho, lo creó a Su imagen (Génesis 1:26-31; 2:25) es decir, “en verdadera justicia y santidad”. Adán estaba completamente seguro cerca de Dios porque era como Dios. La vergüenza era completamente extraña a su naturaleza, totalmente inapropiada para él. Él podía caminar desnudo frente a toda la creación y no tenían miedo… pero una vez que sus corazones fueron visitados por la duda respecto al carácter de Dios y la codicia de lo que Dios había prohibido ellos fueron conscientes de su desnudez como nunca antes. No estaban más desnudos de lo que estaban antes, pero su desnudez ahora les hacía sentir inseguros. Escuchar a Dios acercándose, una vez fue el deleite del día, ahora eran el terror de sus vidas.
El placer había sido reemplazado por el terror, no porque Dios había cambiado, sino porque ellos lo hicieron. Ellos estaban muy conscientes de la presencia de algo nuevo, habían deseado conocer el mal y ahora participaban de sus consecuencias, habían permitido el ingreso del pecado en sus vidas y con ello la (Romanos 5:12). Mientras tanto el resto de los seres creados continuaron viviendo seguros, ajenos de su propia desnudez, sólo el hombre y su mujer eran los únicos capaces de conocer la tragedia personal de lo que se perdió en Edén.
No mucho ha cambiado, seguimos llenos de vergüenza. Nuestros pensamientos están en conflicto y nuestras conciencias nos acusan, recordándonos que Cristo juzgará “los secretos de los hombres” (Romanos 2:14-16). La vergüenza es el dolor de saber que nuestras conciencias tienen razón. La vergüenza es un sentimiento intenso sobre uno mismo, pero siempre consciente de la mirada de los demás. Es el testimonio interno inquebrantable de que no estamos a la altura y también el respectivo temor de que otros descubran este hecho. Este es el evangelio, el que los cristianos se proclaman a sí mismos una y otra vez mientras viven bajo la carga diaria que se les recuerda la oscuridad que aún permanece en su interior. De esta manera, Dios revierte el uso que Satanás hace de la vergüenza. Satanás quiere que nuestra vergüenza nos lleve lejos de Dios y hacia los arbustos. Pero Dios quiere que nuestra vergüenza nos lleve a Él en busca de ropas.
Es completamente posible sentir una falsa vergüenza; es decir, los adolescentes pueden sentir vergüenza por tener espinillas, las personas mayores por ser olvidadizas, los profesionales por no ganar suficiente dinero. Esta es una vergüenza falsa porque está basada en un estándar falso. Tratar con esto requiere que rechacemos aquellos estándares que compiten con los de Dios y rehusemos medirnos por estos. Pero cuando se trata del estándar de Dios, de nada nos sirve negar la culpabilidad personal. Es imposible disminuir mi sensación de desnudez ante un Dios santo. Tratar de hacerlo es simplemente coserse un vestido de retazos con hojas de higuera. La vergüenza es una parte necesaria de la experiencia de un cristiano porque lo lleva de regreso a la cruz, donde vuelve a experimentar que su vergüenza ya ha sido quitada.… los animales no sienten vergüenza, pero esto no les hace más privilegiados que nosotros. Ellos nunca tendrán la oportunidad de compartir la justicia de Cristo. Ninguna otra criatura siente vergüenza porque ninguna otra criatura estuvo destinada a compartir el carácter de su Creador. La vergüenza es un privilegio. Ella muestra que Dios te valora lo suficiente como para atraerte hacia la justicia que solo Él puede proporcionar.
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