Cuando la brújula se echa a perder

Publicado el 17 de agosto de 2023, 5:52

Después de la caída los descendientes de Adán exploraron con creciente temeridad las profundidades de la vergüenza a la que nuestra raza puede sumergirse. En Romanos 1:22-25, Pablo dice que la raza humana “cambió la gloria de Dios por imágenes” e “intercambió la verdad de Dios por una mentira, y adoró y sirvió a la criatura en lugar del Creador”. La raza humana se ha negado a adorar al Dios verdadero, a cambio, vergonzosamente concibe dioses, crea imágenes y se deleita en ellas. Esta es la mayor vergüenza de todas: adorar y servir a las cosas creadas en lugar del glorioso Creador.  Desde aquí, brotan todas las demás vergüenzas. Romanos 1 enseña que Dios entregó a la raza humana a una mente depravada (v. 28), y parte de esta depravación es deleitarse en lo que Dios llama vergonzoso. Un corazón endurecido por adorar lo que no es Dios, pronto no hará ningún esfuerzo por ocultar su pecado, sino que lo proclamara descaradamente como lo hizo Sodoma. Es muy malo pecar en secreto, pensando que ni siquiera Dios puede verte. Pero no hacer ningún esfuerzo por ocultarlo, como si el pecador estuviera realmente orgulloso de las cosas perversas que estaba haciendo, muestra una mayor profundidad de maldad. Peor aún, el pecador extiende su deleite depravado a los demás (Romanos 1:32).

El mundo se deleita en pecadores temerarios que burlan la Palabra de Dios y no esperan ningún castigo. Nuestra cultura celebra al asesino de sangre fría, al ladrón audaz, al justiciero arrogante, al cantante obsceno, al comediante blasfemo, a la actriz desnuda, al atleta que se idolatra, al ocultista místico y muchas otras cosas más. Tal vez el ejemplo más claro en nuestros días haya sea el movimiento de las letras y colores; de ser algo casi universalmente considerado como vergonzoso, a convertirse en algo en lo que deberíamos complacernos. Este movimiento busca no solo la tolerancia de lo que Dios llama pecaminoso, sino la celebración de ello en toda la sociedad.

La santidad de Dios y nuestra vergüenza son verdades apremiantes. Cuando Adán y Eva pecaron, sus ojos se abrieron a su vergüenza e inmediatamente se escondieron el uno del otro. Peor que esto, se escondieron de Dios, aterrorizados, debido a su sentimiento de vergüenza. Cubrirse con hojas de higuera y ocultarse de la presencia de Dios detrás de los árboles representan sus esfuerzos por reprimir su vergüenza a través de la auto-salvación. De la misma manera, los pecadores se avergüenzan de su pecado, pero en lugar de correr hacia el Dios viviente por la salvación, idean diversas para aliviar la ponzoña de la vergüenza. Frecuentemente recurren a hombres que son hábiles para persuadir a otros de que sus acciones fueron “perfectamente normales”. Otros, tratan de ocultar su vergüenza haciendo buenas obras o adormeciendo sus mentes con drogas, alcohol o placeres terrenales. La brújula moral se echó a perder, nos deleitamos en lo que es vergonzoso y nos avergonzamos en lo que Dios encuentra deleitoso ¿Hay acaso una esperanza a la que podamos aferrarnos?

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