
“Os ruego, pues, hermanos, por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto espiritual. No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobando podáis discernir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, aceptable y perfecto” (Romanos 12:1-2)
La vida cristiana tiene raíces, tiene una base, tiene causas, fundamentos y razones. El actuar, el sentir y el hablar cristianos no son desarraigados, tienen una base, están construidos sobre algo. El objetivo del cristianismo es glorificar la misericordia de Dios en Cristo, recibimos vida cuando estábamos muertos en nuestros delitos y transgresiones para que exhibamos la gloria de la misericordia de Dios en Cristo. Entonces edifiquen sus vidas sobre esto. ¡Vive una vida que muestre esto! Entonces decimos, “porque existo para glorificar la misericordia de Dios en Cristo, vivo de esta manera y no de esa manera”
Pablo habiendo escrito acerca de la ira, la justicia y el juicio de Dios, y de nuestra caída, pecado y muerte, y de la muerte y resurrección de Cristo, y de la justificación por la fe sola, y de la venida del Espíritu para santificarnos y guardarnos, y de la soberanía absoluta en su fidelidad a los elegidos y a Israel; habiendo dicho todo eso, Pablo elige apelar a nosotros colocando por encima de todo esto las misericordias de Dios, él nos está llamando a que hagamos que la misericordia de Dios se vea grande entre los que nos rodean.
La palabra misericordia aquí implica no sólo el perdón por los culpables, sino especialmente la compasión tierna por los desvalidos y desesperados. Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Difícilmente morirá alguno por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a morir por un bueno; pero Dios muestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Has notado que la misericordia tiene dos lados… Éramos débiles e indefensos (ese es un lado), y éramos pecadores y culpables (ese es el otro lado). La misericordia responde a ambos: la misericordia perdona a los culpables y la misericordia se compadece de los desamparados. ¿Has construido tu vida sobre eso? ¡Oh, cómo necesitamos ser así! ¿Si nuestras vidas no están edificadas y saturadas por las misericordias de Dios en Cristo, ¿cómo permaneceremos misericordiosos y magnificaremos al Señor?
La misericordia no es débil. Tiene una columna vertebral irrompible, pero es muy suave al tacto. Que Dios te anime y te capacite por su Espíritu para edificar tu vida sobre las misericordias de Dios reveladas en Jesucristo, recibe estas misericordias, confía tu vida a ellas. Abrázalas para el perdón de tus pecados y ellas serán toda la ayuda que necesitas para vivir una vida de misericordia.
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